Henri Langlois |
Cuentan que Henri Langlois (fundador de
la Cinemateca Francesa en 1936, que salvó durante la Segunda Guerra Mundial
varios clásicos de la cinematografía mundial escondiéndolos en la tina de baño
de su casa) prefería ver las películas sin sonido para apreciar mejor sus
cualidades visuales y abstraerse de los efectos sonoros.
Puede parecer un ejercicio extremo e
incluso un rechazo del cine sonoro y del efectismo que puede otorgar a una
secuencia banal una tonalidad de terror o de comedia, pero la anécdota tiene
algo de cierto, a juzgar por una experiencia cinéfila reciente.
Es innegable que una obra cinematográfica
se aprecia mejor en una gran pantalla pero a veces el tamaño de la pantalla
engrandece obras que solo destacan por su espectacularidad y cuyo contenido
puede ser muy pobre. Ver cine en una pantalla pequeña, por las circunstancias o
por decisión, suele despojar a las obras de la parte artificiosa y dejar en la
retina y en la cabeza lo esencial para un análisis crítico.
Tuve hace poco una experiencia de ese
tipo en un vuelo de nueve horas entre Bogotá y Barcelona, que me permitió ver
en hilo cuatro películas que tenía en mi lista de pendientes: La forma del agua de Guillermo del Toro,
Coco de Lee Unkrich, La hora más oscura de Joe Wright y Dunkerque de Christopher Nolan. Me
hubiera gustado ver también Tres anuncios
por un crimen de Martin McDonagh y The
post de Steven Spielberg, todas ellas nominadas al Oscar, pero será en el
viaje de regreso.
La forma del agua de Guillermo del Toro |
Lo que me interesa comentar aquí es la
percepción diferenciada que puede tener un espectador que ha visto esas
películas en una gran pantalla y en la pantalla individual (pequeña pero de muy
buena calidad) del Boeing 787 Dreamliner de Avianca.
A pesar de mis propios pronósticos,
quizás influenciados por lo que había leído y escuchado, La forma del agua no me pareció la mejor obra entre las cuatro
mencionadas. Ciertamente hay un trabajo de fotografía y de escenografía que
podría apreciarse mejor en una gran pantalla, pero la historia con ecos de “la
bella y la bestia” resulta un tanto banal, a pesar de los esfuerzos de hacerla
“políticamente correcta”: una suerte de alegoría contra la discriminación,
contra los científicos y militares que obran en la oscuridad de bunkers
subterráneos y los buenos sentimientos de las personas sencillas y algo
marginales. Lo que la pantalla pequeña retiene
es la calidad de la fotografía y la poética del relato.
Coco de Lee Unkrich |
Coco, el largometraje de animación que tanto éxito de taquilla ha
tenido, es sin duda una bella obra para niños y para adultos, y esta vez no
solo por la espectacular técnica utilizada en los dibujos, sino por la
historia, que al final es lo que mejor queda en la pantalla chica. El rescate
de la tradición mexicana del Día de los Muertos a través de una historia en la
que se teje el amor por la música, las relaciones familiares, las tradiciones
que se heredan de una generación a otra, los falsos y los verdaderos héroes
populares, entre otros temas, destacan más allá de las más vertiginosas
volteretas visuales. Es un film cuyas luces y sombras se graban en la mente.
La hora más oscura de Joe Wright |
Fue bueno ver La hora más oscura antes de Dunkerque,
porque la segunda resulta casi incomprensible sin la primera, a menos que uno
conozca bien la historia de la Segunda Guerra Mundial.
El film describe un periodo relativamente
breve en la vida política de Winston Churchill que asciende al puesto de Primer
Ministro en mayo de 1940, como resultado de una negociación in extremis entre la derecha
conservadora en el poder y la izquierda laborista en la oposición.
Contrariamente a lo que se cree, Churchill resulta gobernando para la izquierda
de su país, hostigado permanentemente por la derecha que pensaba deshacerse de
él rápidamente. Dotado de un extraordinario olfato político que no va en
detrimento de su sinceridad, Churchill atraviesa horas de gran soledad cuando
sus propuestas no convencen, pero esas mismas propuestas son las que devuelven
a Inglaterra su dignidad y la preparan para lo peor que vendrá después: el
bombardeo de Londres.
La extraordinaria actuación de Gary
Oldman destaca en muchas escenas, pero en particular en aquella donde decide ir
solo al metro subterráneo de Londres para tomar el pulso de la población y
ratificar de esa manera sus propias intuiciones: el pueblo británico está en
contra de cualquier pacto con Hitler y prefiere resistir hasta el final para
preservar su dignidad y su soberanía.
Esta obra, de las cuatro que pude ver en
el vuelo trasatlántico, es que la que mejor se sostiene porque su fuerza no
radica en la espectacularidad de las imágenes, sino en la historia, en los
diálogos, en las situaciones y en las actuaciones, sin desmerecer la
fotografía, el montaje, la escenografía, el vestuario, la música y otras
cualidades.
Dunkerque de Christopher Nolan |
Después de ver a Churchill en la cuerda
floja y salir airoso como el más experimentado equilibrista (aunque no será
premiado por ello en las siguientes elecciones sino derrotado por la derecha), Dunkerque aparece como una película de
guerra convencional, donde lo espectacular prima sobre la historia. Una historia que no entenderíamos bien sin
conocer primero lo que muestra La hora
más oscura, la difícil decisión de regresar a Inglaterra a 300.000 soldados
de la Fuerza Expedicionaria de Inglaterra, acorralados en Dunkerque y en Calais,
en Francia. No es una fuerza menor, pero ha sido derrotada militarmente y
moralmente por el avance del ejército alemán.
Las cuatro o cinco historias personales
que se desarrollan en paralelo sin llegar a entrelazarse completamente a lo
largo del film, enriquecen sin duda el relato pero no llegan a desplazar la
espectacularidad visual de las batallas, las batallas de aviones y toda la
parafernalia de guerra.
Quizás si viera estas películas de nuevo,
en una pantalla grande, mi opinión cambiaría en alguna medida, pero la
experiencia de verlas en una pantalla individual (que es la forma de visionar
films que tiene un crecimiento más rápido gracias a las nuevas tecnologías), me
permite concentrarme en la historia y no en lo espectacular. Y en esa
comparación sale ganando el espesor histórico y cultural de La hora más oscura y también de Coco.
(Publicado
en Página Siete el domingo 1º de abril 2018)
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Les coutures ne se voient
pas. Des liens se créent entre les films, il se passe des choses. C'est comme
un accrochage de tableaux : des surprises fabuleuses sont possibles.
—Henri Langlois