[Texto leído durante la presentación del libro Del papel carbónico a la computadora (2014) de Julieta Vidza Tovar Ibieta, el 11 de octubre 2017 en la Cátedra Luis Ramiro Beltrán de la Universidad Católica Boliviana].
Juan Carlos Salazar, Julieta Tovar, José Luis Aguirre y Alfonso Gumucio |
Una agencia de noticias puede parecer algo
sofisticado incluso para aquellos pocos estudiantes de periodismo que
escuchan radio o leen periódicos pero no saben que una buena parte de las
noticias ha sido generada por agencias especializadas.
Las nuevas generaciones están demasiado
atareadas con la inmortalidad brevísima del WhatsApp. Probablemente los
autistas colectivos que pretenden ser periodistas o presentadores en los
medios, nunca han leído el Informe MacBride (1980) de la Unesco, que establece
un dato estremecedor: cerca del 90% de los flujos de información que circulaba
entonces en el mundo se generaba en dos grandes agencias de noticias, la
Associated Press (AP) y la United Press Internacional (UPI), hoy desaparecida.
Esa enorme influencia de las agencias generaba
un desequilibrio grotesco entre la información centrada en los temas de los
países del norte y la enorme periferia de los países llamados del Tercer Mundo,
ausentes de las noticias salvo cuando era inevitable llenar los titulares con
algo malo que pasaba en India o en Nigeria.
Las razones no eran técnicas sino políticas:
el control de la información mundial permitió a Estados Unidos imponer su
agenda militar y económica: Vietnam, Palestina, la OTAN o los tratados de libre
comercio influenciaron a una opinión pública inerme que no tenía otra forma de
contrastar esa información.
Frente a esa hegemonía que distorsionaba el
imaginario colectivo, el informe MacBride, cuya vigencia hoy es sorprendente,
sugería que los países del sur debían afirmar su independencia política,
económica y cultural diseñando políticas nacionales de comunicación y
fortaleciendo sus propias agencias de noticias y sus medios de información. Así
nació en Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) por el
que Unesco pagó un precio muy alto: Estados Unidos e Inglaterra abandonaron la
organización intergubernamental y dejaron de contribuir a ella con sus cuotas,
que eran significativas.
Con el apoyo de la Unesco se fundaron agencias
de noticias regionales y nacionales. Entre las regionales estaba ALASEI, la
Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información, que tenía su
sede en México y con la que contribuí algunas veces como colaborador a
principios de la década de 1980. Había agencias similares en África y Asia que
funcionaron durante algunos años hasta que la realidad demostró que no eran
autosustentables.
Precursoras en ese contexto, anteriores al
informe MacBride destacan Télam (Argentina, 1945), Prensa Latina creada por la
Revolución Cubana triunfante en 1959 e Inter Press Service (IPS) creada el año
1964 en Italia por Roberto Savio como una cooperativa internacional de
periodistas.
Es indispensable referirse a ese contexto
mundial porque el 5 de agosto de 1963 nació la Agencia de Noticias Fides (ANF),
pionera en Bolivia y en la región latinoamericana. De ella trata el libro Del papel carbónico a la computadora (2014) resultado de una
investigación realizada por Julieta Vidza Tovar Ibieta. Los datos que ofrece
son fascinantes por su grado de precisión, además de incluir en su segunda
parte una apretada biografía del creador de ANF, con profusión de fotos.
ANF nació gracias al jesuita José Gramunt de
Moragas S.J. a quien mi padre, su amigo, solía llamar cariñosamente el “Tata”
Gramunt. Fue su iniciativa y su esfuerzo a lo largo de más de cinco décadas los
que permitieron contra viento y marea establecer la primera y más antigua
agencia de noticias boliviana, podríamos decir la única, ya que intentos posteriores
no lograron trascender o se apoyan hoy en el reciclaje de información que
aparece en internet.
Regis Debray y Juan Carlos Salazar |
Los corresponsales de ANF estuvieron presentes
durante la Guerrilla del Ché –como ha dado testimonio Juan Carlos “Gato”
Salazar, entonces un jovencísimo aprendiz de brujo- la guerrilla de Teoponte y
los numerosos golpes militares. ANF fue una escuela de periodistas, por su
establo han pasado briosos colegas que luego destacaron en los medios impresos,
como Ana María Romero, José Luis Alcázar, Juan Carlos Salazar, Harold Olmos,
Enrique Eduardo, Iván Canelas, entre otros.
La agencia comenzó con cuatro clientes, por lo
tanto las notas se mecanografiaban con papel carbónico en cuatro ejemplares
distribuidos manualmente. En esa época no había siquiera fotocopiadoras, algo
que los jóvenes de hoy –mimados por la tecnología- no alcanzan a entender.
José Gramunt |
El mercado de ANF se expandió a lo largo de
los años siguientes a pesar de las dictaduras militares que obligaron a dar
pasos tácticos hacia atrás para preservar la vida de la agencia, cuyo
crecimiento fue acompañado por la adquisición de nuevas tecnologías a medida
que estas iban apareciendo. Durante la dictadura de Banzer, en 1972, nació la
carta informativa semanal que se reproducía en esténcil, otra gran innovación
de la época. Vendrían otras “cartas confidenciales” en esos años, como IPE de
Gonzalo López Muñoz o SIC de Jaime Otero Calderón (que le costó la vida), entre
otras que se distribuían por suscripción. Con el tiempo los servicios de ANF se
fueron multiplicando según la importancia de los temas sectoriales (economía o
política), incorporando paulatinamente a colaboradores de peso en la opinión
pública.
La llegada del teletipo con cinta perforada es
uno de los capítulos que producen añoranza a quienes todavía hemos tenido la
oportunidad de trabajar con esa tecnología que nos parecía en su momento lo más
moderno y eficiente para transmitir noticias.
Julieta Tovar |
De todo esto y más habla el libro de Julieta
Tovar, con extremo detalle sobre las personas, los momentos históricos, las
tecnologías sucesivas y fotografías de archivo que ilustran la trayectoria de
la agencia. Quizás ese celo por el detalle sea él mayor mérito pero también el
talón de Aquiles del libro, cuyo afán de precisión hace que la voz de la autora
se desdibuje en detrimento de un texto más vibrante, matizado de anécdotas y
relatos de vida testimoniales. Por ello no estoy de acuerdo con su afirmación
de que la historia de un medio no es para contarla sino para vivirla, pues creo
que debemos contar con creatividad aquello que se ha vivido, para transmitir
mejor la vivencia de lo que fue.
Una agencia de noticias solamente existe en la
medida en que se prolonga en los medios de información: prensa, radio o
televisión. Por si sola sería palabras al viento que habría que capturar como
mariposas.
Antes de que la agencia de noticias ponga en circulación
una noticia, hay por detrás un tinglado que la gente desconoce: reporteros,
redactores, periodistas y fotógrafos que van a las fuentes, que investigan, que
buscan “pepas” noticiosas, que hacen entrevistas o redactan artículos de
opinión. Pocos medios de información tienen por sí mismos la capacidad de
movilizar tantos recursos, por eso se apoyan en las agencias de noticias que
llenan sus páginas o sus horarios. Sin las agencias de noticias, muchas páginas
quedarían en blanco.
Para seguir las huellas de una agencia de
noticias no queda más que ir a los diarios, los únicos que conservan la memoria
de lo que generaron las agencias, ya que una noticia que no fue publicada
sencillamente no existió. Ese trabajo ha realizado con extremo celo la autora de
Del papel carbónico a la computadora.
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El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en
prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse.
— Ryszard Kapuściński