En semanas recientes hemos tenido la
demostración más clara de la prepotencia y soberbia del régimen de Evo Morales,
que ya no necesita argumentos racionales para pasar por encima de la sociedad
boliviana con la aplanadora del poder, un poder que tiene una frágil legalidad
y muy poca legitimidad porque ya no responde a las aspiraciones de la mayoría
de los ciudadanos.
La misma aplanadora que parte en dos el
Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) tiene su equivalente
en el rodillo parlamentario que divide a la sociedad boliviana y desconoce los
propios instrumentos constitucionales que con presiones y maniobras se sacó de
la manga el gobierno de Evo Morales entre gallos y medianoche el año 2009.
Algo huele mal, pero no en Dinamarca como en
la escena de Hamlet, sino en Bolivia,
donde las alcantarillas del poder ya no pueden contener tanto autoritarismo
soberbio e irresponsable, tanto capricho presidencial, tanta corrupción en
todas las instituciones, tanta imposición más allá de las razones de Estado.
Seguramente la corte que rodea al monarca sin
corona le miente y le dice que no debe preocuparse, que son agitadores
minoritarios los que lo silban en sus apariciones públicas, algo que antes era
impensable. Por ello tiene ahora que tomar el helicóptero todos los días para
ir a confines del país donde encuentra todavía algunas poblaciones dispuestas a
recibir sus migajas, sus obras de alcalde nacional auto-nombrado.
Si su majestad le dedicara el 10% del tiempo
que emplea en jugar fútbol a leer en los diarios lo que diferentes sectores
sociales opinan sobre su gobierno, estaría preocupado al constatar que la
tortilla de la opinión pública se ha dado la vuelta, que los vientos ya no lo
favorecen como antes, aún cuando todavía no se siente la crisis económica que
se avecina.
El problema para esa mayoría de la sociedad
que ya no está alineada con el drástico trazo de la aplanadora, o nunca lo
estuvo, es que no tiene posibilidades de detener el rodillo porque la Asamblea
Plurinacional funciona como un brazo político de la presidencia. Parece un
regimiento bien formado que está esperando órdenes del Palacio de Gobierno.
No conocemos siquiera los nombres de esos soldados
que cumplen con el deber de levantar la mano cuando se les pide, y el resto del
tiempo callan y están como ausentes, parafraseando a Neruda. Cuando escuchan la
consigna o se la pasan por WhatsApp, despiertan y estiran el brazo. Eso basta para recibir sus
jugosos pagos mensuales, sus dietas de engorde, y los beneficios del tráfico de
influencia que constantemente ejercen amparados en una posición que no ocupan
por mérito.
Así, con una consigna vergonzosamente
uniformada aprobaron a mano alzada la destrucción de la integridad del TIPNIS,
que es todavía, como su nombre indica un territorio indígena y un parque
nacional.
De nada valen los falsos discursos sobre la
Pachamama y la madre tierra, a la que le dan con hacha todos los días. El ex
Canciller Choquehuanca, que ejercía con fruición ese discurso en las
recepciones diplomáticas y en sus viajes al exterior, está ahora en un exilio
dorado, derrotado por el vice-presidente García Linera, su tradicional enemigo.
El equipo de Choquehuanca cayó en desgracia y García Linera ganó espacio
político con nuevos ministerios, para imponer su “capitalismo andino”, que de
“andino” solamente tiene un dejo de sorna.
¿Cómo desarticular la aplanadora que cada vez
más, como en Venezuela, obedece a decisiones arbitrarias y autoritarias que no
respetan a la mayoría de los ciudadanos? ¿Cómo evitar que la hegemonía
parlamentaria sea un calco del ejecutivo?
En muchos países eso se ha resuelto con
elecciones del Poder Legislativo a medio término, de manera que no coincidan
con las elecciones presidenciales. La rotación democrática de asambleístas hace
que se refleje la realidad cambiante del país, pero en la Constitución
boliviana diputados y senadores se encargaron de amarrarse bien a sus curules.
Por ello el único camino antes de 2019 es un proceso
revocatorio de la Asamblea Legislativa Plurinacional. No hay otra posibilidad
para frenar a la aplanadora. Necesitamos un equilibrio y una representatividad
genuina en el Poder Legislativo, en lugar de esa masa gris de levantamanos bien
cebados a quienes el país les interesa un comino.
(Publicado inicialmente en la sección editorial de Página Siete el 9 de septiembre 2017)
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No existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de
las leyes
y con apariencias de justicia. —Montesquieu