Texto leído durante la presentación del
“Diario ecuatoriano. Cuaderno de rodaje”, de Alfonso Gumucio Dagron
Pedro Susz
K.
Pedro Susz K. |
Después de
haber aceptado, un poco irreflexivamente ser uno de los actores en este acto, y
ya puesto a pensar qué decir, me asaltó una duda, casi existencial: ¿qué
sentido tiene hablar de algo que habla por sí mismo? El diario, no me refiero a
este en particular sino a esa suerte de subgénero de la biografía, de la
autobiografía, que son los diarios, el diario, en tal sentido genérico, habla
por sí mismo. Especialmente con su autor. Habla con su autor retroalimentando
su memoria.
No era por
lo demás una duda gratuita. Cómo se dice, a confesión de parte relevo de
prueba, me refiero a la afirmación de
Alfonso en la entrevista incluida al final del diario-libro, cuando confiesa:
“Escribo diarios para después acordarme”.
La duda se
multiplicaba además pensando que el diario que habla por sí mismo es, en este
caso, una cadena de anotaciones a propósito de una película. Y las películas,
como cualquier obra de creación, igualmente deben hablar por sí mismas,
interpelando al interlocutor, al espectador, para cautivarlo, ponerlo a
reflexionar, conmoverlo, o lo que fuera. Si la obra de creación no habla por sí
misma es sencillamente un acto fallido.
Pero en fin.
Aquí estoy. Permítanme empero una breve digresión a propósito de los diarios.
Los hay de varias especies. No son lo mismo el
Diario de Ana Frank –anotado
para pelearle a la incertidumbre y el miedo-, o el de Frida Kahlo –trabajado
forcejeando con sus dolores físicos y sus fantasmas creativos-, vale decir escritos sin calcular que pudieran
ser publicados. Distintos por ende a los Diarios
Íntimos de Baudelaire, escritos para ser publicados, lo cual, si se piensa
bien es un contrasentido, por lo dicho antes. Ni hablemos del Diario de una ninfómana, sonado y ultra-vendido
best seller de 1973.
Vuelvo al
motivo de esta presentación. Y, para evitar equívocos o frustraciones en los
eventuales, ojalá muchos, lectores futuros del Diario Ecuatoriano de Gumucio, diré que no es un estudio técnico
referido a la filmación de Fuera de Aquí.
Tampoco es un tratado acerca de la manera de hacer una docu-ficción, que tal
vez sea el género al cual mejor se ajusta la película de Sanjinés, sabiendo los
riesgos de este tipo de encasillamiento.
¿Cuál es entonces
el aporte singular de la obra que nos convoca?. Al leerlo me topé con una muy
ajustada, pero al mismo tiempo libre, descripción del espíritu de una época. De
una época del nuevo cine latinoamericano en particular, de los tiempos del
cine-fusil, del cine arma de la revolución inminente. Pero desde luego también
de una época en sentido más general, aquellos turbulentos sesentas y setentas
del siglo pasado, cuando efectivamente pensábamos estar en el umbral del gran
temblor que cambiaría para siempre la historia.
Claudio Sánchez, Alfonso Gumucio, Jorge Sanjinés, Carlos Mesa y Pedro Susz |
Y el valor
medular es que esa descripción no proviene de un análisis ex post, ni de una
elucubración teórica retrospectiva, está
narrada en caliente, desde el corazón de la época y al lado de uno de sus
teórico-prácticos más connotados y por eso quedan al desnudo los compromisos,
honestos, sacrificados, admirables sin duda, al igual que las candorosas
ingenuidades políticas que, en ocasiones, sostenían esos compromisos.
Es también,
claro, un acercamiento en carne viva a ciertas parcelas de la realidad
ecuatoriana de entonces, descripción, casi quirúrgica, perfectamente extensible
a parcelas similares de la realidad de otros países, el nuestro en particular.
Entre los
historiadores y cronistas de la época en cuestión hay, no me cabe duda,
consenso en considerar a los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira
dos Santos, al argentino Fernando Birri, a los cubanos Julio García Espinoza y Tomás Gutiérrez Alea,
y a nuestro Jorge Sanjinés pilares incuestionables de aquella instancia
fermental del cine latinoamericano. Después las opiniones ya no son tan
coincidentes y cada quién anota otros nombres a considerar.
Alfonso Gumucio, Pedro Susz, Jorge Sanjinés y Ricardo Ulcuango |
El hecho
empero de que Alfonso hubiese tenido ocasión de vivir junto a uno de aquellos
protagonistas centrales el momento mismo de la puesta en acto de su pensamiento
hecho obra, y que ahora nos facilite compartir esa vivencia a través del registro
instantáneo de los avatares de dicha puesta en acto constituye un valor
agregado incuestionable del libro.
En suma. Me
valgo de la declaración en la entrevista incluida en el libro de uno de los
“actores” de la película, quién consiguió verla terminada muchos años después
de su estreno. Preguntado si la película fue útil, contesta sin dudar que sí.
Una pregunta similar pudiéramos hacernos respecto a la publicación de este Diario Ecuatoriano, y la respuesta sería
la misma, por las razones ya dichas.
Nuestro
agradecimiento entonces a Alfonso por su aporte a la memoria colectiva,
aparejado al reconocimiento a quienes viabilizaron la publicación, en
particular al Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador y a su entonces
Director Juan Martín Cueva.