En París, 20 de septiembre de 2009 |
Parece increíble que la obra de Carmen
Perrin sea prácticamente desconocida en Bolivia, cuando se trata de una artista
boliviana que destaca internacionalmente desde hace varias décadas con una obra
consistente, madura y sobre todo de permanente búsqueda.
Perrin no se ha estancado en ningún nicho
de confort redituable, como hacen muchos artistas que encuentran una veta y la
explotan hasta agotarla y al mismo tiempo agotar su potencial creativo. Por el
contrario, Carmen ha elegido el camino de los desafíos y gracias a ello ha
logrado desarrollar en paralelo por una parte su obra más personal en pintura,
escultura e instalaciones, y por otra su obra pública monumental que no deja de
sorprendernos por sus dimensiones y su capacidad de transformar espacios.
Prueba de ello es el libro Entrer dehors sortir dedans (Entrar afuera salir adentro), una
edición magnífica por su contenido y por su factura, que constituye una suerte
de retrospectiva de una obra compleja en sus múltiples lecturas y ambiciosa en
su proyección estética.
Fue para mí un desafío muy especial
escribir el prólogo de ese hermoso libro-objeto publicado en Francia, que
condensa quince años de trabajo artístico. Carmen me pidió generosamente que yo
escribiera sobre su obra y lo hice con la humildad de quien se aproxima al arte
con los sentidos más que con afilados instrumentos de conocimiento crítico.
Entrer dehors sortir dedans, 15 años de producción artística |
El libro fue publicado por la Asociación
de Amigos de Carmen Perrin en ocasión de una gran exposición retrospectiva que
tuvo lugar en la Casa de América Latina en París, del 7 de marzo al 16 de mayo
de 2015. Solo artistas de esa magnitud se hacen merecedores de exposiciones
retrospectivas tan completas y complejas, con un catálogo que es en sí una obra
mayor.
La retrospectiva de Carmen es el
resultado de un trabajo que involucró numerosas personas e instituciones, entre
estas últimas las fundaciones Sandoz, Ernst Göhner y Leenaards. La Galería
Catherine Putman de París realizó en paralelo una exposición de dibujos, y por
supuesto la Maison de l’Amérique Latine abrió su espacio para la gran muestra,
que incluyó obras monumentales, instalaciones efímeras, trabajos integrados a
obras de arquitectura, piezas de taller y dibujos.
El equipo responsable de la edición, incluye
a Lorette Cohen quien se hizo caro de una estupenda traducción de mi texto,
Pablo Lavalley, Carol Lambelet, y fotografías de la obra de Carmen realizadas
por 16 fotógrafos profesionales. Con la humildad tímida que la caracteriza,
Carmen No aparece en ninguna foto, y el título del libro es transparente,
solamente se lo puede ver colocando el libro en un ángulo específico para que
la luz lo refleje.
No he comentado antes el libro, cuyos
ejemplares recibí hace un par de meses, porque estaba pendiente de una visita
de Carmen Perrin a Bolivia, con la idea de que ella desarrolle en nuestra
ciudad obra nueva. Ahora tenemos confirmación de que llegará a fines de agosto
en una visita exploratoria.
En una próxima oportunidad daré a conocer
una parte del prólogo que escribí, “La memoria de cristal de Carmen Perrin”,
pero hoy quiero comentar el libro, que es en sí una obra de arte.
Este es de esos libros que uno quiere
primero acariciar. Entre dos tapas de cartón rígido, cortadas directamente, sin
forro, hay 280 páginas tratadas cada una con el mayor cuidado.
Alberto Perrin Pando |
Antes de mi introducción, el libro se
abre con una fotografía aérea de la Isla del Sol en página doble, para subrayar
el anclaje afectivo y familiar de Carmen Perrin con Bolivia y en particular con
esa isla del Lago Titicaca. Y las fotos en blanco y negro que ilustran mi
introducción están todas vinculadas a esa relación con la isla y los isleños,
que se remonta a don Alberto Perrin, el padre de Carmen, pionero del cine
boliviano, y se prolonga con ella en la intervención artística que realizó en
2010, documentada por Michel Favre en Tan
cerca tan lejos (2011).
Apenas terminada esa primera sección del
libro comienza la fiesta de los colores con una explosión de letras de fuego en
las que la artista ha sintetizado algo de su actitud hacia el arte: “Al borde
de mi misma me detengo y me inclino”.
Las obras que recoge el libro no están
organizadas en orden cronológico, la verdad no he logrado discernir si el orden
corresponde a las necesidades estéticas del catálogo o al itinerario de la
muestra en la Casa de América latina en París, donde no pude estar.
En todo caso, me maravilla el testimonio
visual que recoge el libro de la obra monumental permanente de Carmen, que ha
modificado espacios públicos para darle una nueva vida. No es ella solamente la
que los ha intervenido, sino la gente que los transita cada día, a veces sin
saber que esas obras pertenecen a Carmen.
De hecho, me sucedió a mi con el muro
poroso que instaló en 2006 frente al espacio deportivo de Pailleron, en París,
donde yo había estado muchas veces con mis nietas sin ser consciente de que se
trataba de una obra de Carmen Perrin.
Algo similar sucede cada día con los
niños que juegan en la dunas de cemento en la Plaine de Plainpalais (2012), en
Ginebra, con las gigantescas huellas de “Detrás de un lobo hay un lobo” (2009)
en Affoltern, Zurich, con la prolongación de la playa al faro en el muelle de
Paquis en Ginebra (2005), con el muro perimetral de ladrillo rojo en los
jardines de Eole (2007) en París, y finalmente con las gigantescas puertas que
diseñó para la estación de Cornavin (2013) en Ginebra, utilizando un material
novedoso, el cemento Ductal, que otorga a la obra una textura brillante y
aérea, y de gran resistencia y durabilidad.
El libro intercala en páginas amarillas
fragmentos de una larga entrevista realizada por Lorette Cohen, donde Carmen
habla de sus motivaciones, o donde Françoise Saerens comenta otra de sus obras
públicas monumentales: la Plaza Azul en Grenay, Francia.
El resto es experiencia. Toda la
experiencia de Carmen en intervenir desde un papel o un muro, hasta una plaza
gigantesca. Cada obra es diferente porque es el espacio a intervenir el que
determina las características de la intervención estética. Círculos, tramas,
líneas, palabras y frases sueltas, búsquedas geométricas al infinito, donde la
mirada se pierde en el minucioso detalle… Eso y mucho más caracteriza la obra
de Carmen, vanguardista natural, es decir, sin proponérselo, lo cual la
diferencia de tanto arte conceptual efímero que vemos en estas épocas.
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El muro
es un compromiso. Desde el momento en que pinta usted un muro
tiene
que tomar en cuenta la arquitectura y eso ya es compromiso.
—Rufino
Tamayo