6 rue Geoffroy St. Hilaire, París |
Todo empezó en un departamento en el quinto
piso del número 6 de rue Geoffroy St. Hilaire, en París, que habían alquilado a
fines de los años 1960s y principios de los 1970s sucesivamente estudiantes y
exiliados bolivianos (de acuerdo a mi amigo Jorge Otero: primero Miriam Paz,
luego Gonzalo y Javier Paz, más tarde Eduardo Lorini, seguido de Jacques Trigo
y Chicho Iturralde, y finalmente Jorge “Otichi” Otero y Luis Minaya). En el edificio contiguo, en el número 8 de la
misma calle, vivía Alain Labrousse con Elena, su pareja uruguaya. El
departamento de los bolivianos pasó luego a manos de Alain cuando Jorge Otero
regresó a Bolivia.
París era una hermosa ciudad para vivir como paria, ofrecía enormes posibilidades culturales y un espíritu renovado por la revuelta de estudiantes de mayo 1968. “Debajo de los adoquines, la playa”, decía un famoso grafiti. Se respiraba todavía esa sensación de libertad en una ciudad que había estado mucho tiempo sometida a la mediocridad de la vida cotidiana y del envejecimiento de su política. Yo me empeñaba en revisitar las calles y lugares que Cortázar mencionaba en Rayuela, novela emblemática para cualquier exiliado latinoamericano en París.
Otro motivo de mi identificación con
Alain fue el cine. Armado con su pequeña cámara Súper 8, la ponía al servicio
de las luchas sociales. Una de sus primeras películas fue un reportaje sobre la
huelga de los limpiadores del metro de París, en su mayoría inmigrantes del
norte de África: La grève des éboueurs de
Paris, creo que se titulaba.
Para entonces yo estudiaba cine en el
IDHEC, en Vincennes, en Nanterre y en la École Pratique con los mejores: los
críticos cinematográficos de Cahiers du Cinema y Cinéthique, con Jean Douchet, con
los cineastas Jean Rouch y Louis Daquin, con el historiador Marc Ferro, con
Néstor Almendros, y otros que me hicieron ver que la primera pregunta que uno
tiene que hacerse es: “¿para qué quiero hacer cine?”.
Con Jaime Galarza y Philip Agee en 1975 |
Alain Labrousse y Alain Mesili durante la filmación de La huelga de hambre |
En Perú filmó Waraka, la resistencia indígena en los Andes. Su trabajo de guerrillero del cine, armado de una pequeña cámara, fue inspirador para mí en una época en que el video estaba recién naciendo, precariamente, y el Súper 8 era una alternativa accesible y ágil para hacer cine.
A pesar de esas incursiones en el cine,
como activista más que como cineasta profesional, Alain era un sociólogo que
investigaba en profundidad y un escritor profesional cuyos libros se tradujeron
a muchas lenguas.
Publicó más de una docena de ensayos, la
mitad dedicados a América Latina, como Los
Tupamaros (1971) que tuvo traducciones al griego, italiano, castellano, portugués e inglés entre otros idiomas, El experimento chileno, reformismo o revolución (1972) que puede leerse en línea, Argentina,
revolución y contra-revoluciones (1975), Sur les chemins des Andes, à la rencontre du monde indien (1983), Le réveil indien en Amérique Latine (1985)
dedicado a Rigoberta Menchú y a Genaro Flores, y junto a Alain Hertoghe Le Sentier lumineux du Pérou: Un nouvel
intégrisme dans le tiers-monde (1988), entre otros que se ocupan de la
realidad política de nuestra región y de la emergencia de los movimientos
indígenas.
La otra parte de su producción comienza
en 1990 cuando funda el Observatorio Geopolítico de las Drogas, un organismo internacional
que dirigió durante diez años y que le permitió ir hasta el fondo de un tema
espinoso que afecta a todos los países productores, consumidores o de tránsito.
Son fruto de esa experiencia varios libros, como La droga, el dinero y las armas (1991), Atlas mundial de las drogas (1997), Dictionnaire géopolitique des drogues (2002), Géopolitique des drogues (2004), Afghanistan,
opium de guerre, opium de paix (2005). Ya antes había publicado con
Alain Delpirou Coca Coke (1986), que
muestra su cercanía a la problemática boliviana y el impacto internacional. Además, numerosos artículos especializados, algunos de los cuales se pueden encontrar en línea.
Alain entrevistando a Simón Reyes en La Paz |
En Bolivia estuvo muchas veces. Solidario con la resistencia a la dictadura de Bánzer se vinculó a dirigentes mineros como Simón Reyes y a las mujeres que llevaron adelante la huelga de hambre que marcó el fin de la dictadura en 1978. Luego, su compromiso con el mundo indígena, que derivó en varios libros sobre las culturas andinas, producto de sus itinerarios por Bolivia, Perú y Ecuador. Finalmente, su interés en investigar el tráfico de drogas y en particular de la cocaína. En esta entrevista (en francés) habla de esas investigaciones y de las implicaciones geopolíticas del tráfico de drogas.
En el marco del Observatorio me visitó en 1994 cuando yo trabajaba para Unicef en Lagos, ciudad que era el centro de tránsito de la droga que llegaba de Asia y de América del Sur para seguir camino a Europa y a Norteamérica. Hay nigerianos presos por narcotráfico en todas las cárceles del mundo. Lo alojé en casa y cada noche regresaba de sus investigaciones alarmado por lo que había logrado descubrir.
Café Le Rouquet, en el boulevard Saint Germain |
Con enorme tristeza recibí de Margit la
noticia de su fallecimiento en París, el 7 de julio reciente, al cabo de una
larga enfermedad.
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La
pobreza es la ausencia de todos los derechos humanos.
Las
frustraciones, hostilidad e ira generadas por la pobreza
no
pueden sostener la paz en ninguna sociedad.
—Muhammad
Yunus
(Una versión más corta se publicó en el diario Página Siete el domingo 17 de julio 2016)