“Gobierno admite que ejecutiva de la CAMC fue pareja del presidente”, “Ministra
Achacollo admite que hubo desvío de
fondos en el FONDIOC”, “FAB admite
que los aviones chinos no vuelan hace tres años”, “YPFB admite que compró taladros con fallas”, “Quintana admite negocios turbios en Gestión
Social de la Presidencia”, “Vicepresidente admite
que la justicia apesta”, “Evo admite
que Santos Ramírez le mintió”, “Presidente admite
corrupción en programa Bolivia cambia, Evo Cumple”, “Álvaro García admite que no tiene títulos
universitarios”, “Gobierno admite
que….”
Los titulares se repiten cada cierto
tiempo... A esto le llamo “confesión con tirabuzón”: hasta que no es de dominio
público, el gobierno no revela nada, su proverbial opacidad la protege a cal y
canto hasta que la evidencia es demasiado aplastante.
Parece un juego, a veces divertido pero
la mayor parte de las veces triste y vergonzoso. El juego transcurre en seis
etapas, de esta manera:
1. Aparece en los medios de información o
en las redes virtuales una acusación de corrupción, abuso de poder o
comportamiento personal indigno de un funcionario público, desde el presidente
para abajo.
2. El gobierno niega enfáticamente la
veracidad de las denuncias, acusa de vendepatrias, chilenófilos,
narcotraficantes o agentes del imperialismo a los denunciantes, y los amenaza
con procesos judiciales.
3.
Aparecen pruebas contundentes (videos, documentos, fotografías y
testimonios), que respaldan la veracidad de las denuncias, y se difunden
ampliamente en las redes virtuales y en los medios dentro y fuera de Bolivia.
4. Personeros del gobierno “admiten” que
las denuncias eran ciertas y prometen investigar.
5. El gobierno nombra comisiones de
investigación dirigidas por militantes del MAS o le encarga la tarea al
contralor, que es interino y también masista.
6. No pasa nada… Nunca sabemos los
resultados reales de la investigación, porque aparece otro escándalo que cubre del
lodo al anterior.
Llevamos diez años con ese juego que se
asemeja a una comedia picaresca, pero como no tenemos memoria de los hechos,
siempre le entramos al juego de la cortina de humo como si fuera la primera
vez.
Si buscamos en Google la frase “Gobierno admite…” la encontraremos muchas veces.
A lo largo del 2015 el titular se repetía constantemente mientras estallaban
revelaciones sobre el gigantesco escándalo de corrupción en el Fondo Indígena y
la ciudadanía descubría con estupor que las responsabilidades salpicaban hasta
los más altos niveles del gobierno. Ahora pasa igual con la CAMC y pasará con
muchos más hechos de corrupción alentados desde el propio Palacio de Gobierno
gracias a la orientación presidencial de pasarse por el arco licitaciones y
auditorías.
El gobierno admite… siempre a regañadientes y con rabia espumosa, que no puede
ocultar más, que las cosas eran como se había denunciado. Pero claro, el gobierno
admite pero no suelta la prenda
completa, lo hace a cuentagotas. Y entonces, ante la falta de transparencia en esta
década opaca del régimen de Morales, la ciudadanía tiene que buscar maneras de
averiguar por su cuenta, porque el gobierno solamente concede lo que ya es
púbico.
La década
opaca del gobierno del MAS se ha caracterizado por la falta de limpieza en
la gestión de la cosa pública y por ello las denuncias se entrelazan a veces
con especulaciones que están fuera de lugar o exageraciones difíciles de
probar. Pero la responsabilidad es del
régimen, por no actuar con honestidad y transparencia.
No hay semana que pase sin el estallido
de un nuevo escándalo y cada vez los petardos explotan más cerca del supremo
líder, antes intocable pero ahora ídolo de barro, que está con la mermelada
hasta las orejas. Evo Morales lo sabe, y por eso su lenguaje corporal lo
delata: está incómodo, se siente mal en su propio cuerpo. Salvo cuando juega
fútbol (casi a diario).
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El único provecho que sacan los embusteros de sus
mentiras,
es no ser escuchados cuando dicen verdades.
—Esopo