
Sobre esa trama Pedro Antonio Gutiérrez construye un relato verosímil que algunos han llamado “el primer western amazónico boliviano” (aunque “Mina Alaska” de Jorge Ruiz podría también entrar en esa categoría). Las peripecias de ese viaje de una semana por las grandes extensiones del oriente boliviano, hacen de la película algo novedoso y su excelente factura (fotografía, música, interpretaciones, etc.) le dan a la obra dignidad y calidad expresiva. El cine boliviano demuestra una vez más que goza de una calidad profesional indudable.

La película está situada un poco más tarde, en la década de 1960, pero el eje narrativo es similar (excluyendo las muertes y amoríos). El director hace énfasis en la sicología del personaje principal, que tiene que enfrentarse a su pasado y a una persecución sañuda por parte de una banda de malhechores (que incluye a un policía corrupto), que pretende robar el ganado y matarlo.

Hay algunos problemas en la representación del tiempo y de continuidad, pero no son mayores. Quizás la debilidad mayor de “Santa Clara” es un sesgo telenovelero que afecta los minutos finales de la película, cuando se “revela” que dos de los principales personajes supuestamente enemigos mortales son en realidad hermanos… Concesiones melodramáticas de ese tipo también estaban presentes en “Bárbara”, una anterior película del mismo director. La búsqueda de mercados internacionales a veces obliga a hacer concesiones.
Cada vez estoy más convencido de que los cineastas bolivianos tenemos dificultad en la concepción de cómo debe concluir una historia. Por lo general es hacia el final de las películas donde aparecen las debilidades de los guiones, los aspectos inverosímiles o las soluciones abruptas.
Hay varios aspectos que sobresalen en el largometraje. Uno de ellos es la música original, con composiciones del paraguayo Fran Villalba (compositor de la música de “Siete cajas”). La música inspirada en tradiciones locales le otorga una calidad especial a la banda sonora, que sin embargo no adquiere protagonismo, lo cual se agradece. En otras películas la música destaca tanto, que distrae la atención sobre la historia, pero no es el caso en “Santa Clara”.

En la pantalla parece una producción costosa, pero comparada con otras películas latinoamericanas, los 400 mil dólares que costó no son mucho, aunque sabemos que no se recuperarán en el país debido a la apatía del público. Dice el director que solo en alimentar durante seis semanas a las 90 personas del equipo de filmación, se gastó 70 mil dólares.
El cine boliviano ha volcado por lo general su mirada sobre el altiplano, reproduciendo para el mundo la imagen de un país montañoso y austero. Es sano y agradable ver que existe otra mirada en películas producidas en años recientes, donde la geografía de un país más amplio y desconocido -para los propios bolivianos- ocupa la pantalla.
(Publicado en Página Siete el domingo 5 de enero de 2020)
__________________
Es el
viaje y no el arribo el que importa.
—T. S. Eliot