Tres libros recientes de Alain Mesili |
La reciente exposición fotográfica de Alain
Mesili en La Paz y los tres libros de fotografía que tuvo la generosidad de
regalarme hace unos meses, me dan la oportunidad de escribir ahora sobre los
itinerarios aventureros de este fotógrafo, escritor y montañista con tantos
años de experiencia y tanta voluntad de descubrimiento.
Conozco a Alain Mesili desde hace cuatro
décadas aunque nos hemos perdido de vista muchas veces por culpa de los mapas:
los mapas de exilios y aventuras que nos ha tocado vivir en otros puntos del
planeta.
La vida de Alain, que pocos conocen, está
salpicada de anécdotas y vinculada a hechos excepcionales. Nació de madre
francesa y padre argelino, un pied noir
que desde muy joven vivió la lucha de liberación argelina hasta la independencia
del país en 1962. Luego el mundo se abrió para ese joven adolescente que emigró
a París.
Alain Mesili |
François Masperó, el gran editor francés de
izquierda, fue para él una especie de padre protector que contribuyó en su
formación política y le permitió conocer
a grandes intelectuales que vivían en París, entre ellos Simone de
Beauvoir y Julio Cortázar, que le dio sus primeras lecciones de fotografía. A
partir de allí Alain peregrinó por varios países hasta recalar en Bolivia, que
adoptó definitivamente como su patria, a pesar de algunos intermedios
facilitados por las dictaduras militares.
Uno de esos intermedios lo llevó al Perú donde
se involucró con un sector de la extrema izquierda, y de allí a Estados Unidos
donde lo esperaba la cárcel. Completó su periodo con un año de prisión en La
Paz, compartiendo con Álvaro García Linera una celda en el Panóptico. Otro
itinerario lo llevó a vivir durante dos años en las selvas del Beni con la
comunidad de los Chacobos, junto al río Yata y allí quizás nació el sueño que
tiene de irse a vivir y a navegar por los ríos del Beni.
Illimani, cara norte |
Sin embargo Alain es más conocido por todos
como montañista que ha coronado todos los picos de nuestro país. Durante
décadas fue guía de grupos de andinistas y en ese ejercicio descubrió y habilitó
nuevas rutas de exploración y de acceso, sobre todo en el Illimani, la montaña
que domina La Paz (y que le otorga a la ciudad la belleza que por sí sola ya no
tiene), pero también rutas en el salar de Uyuni, los ríos Manuripi, Madre e
Dios y Río Negro, y en el Parque Nacional de Madidi (que durante las
dictaduras militares fue lugar de
confinamiento de militantes políticos).
Alain ha visto y fotografiado el Illimani, al
igual que Tony Suarez, desde todos los ángulos y a todas horas. La diferencia
entre ambos grandes fotógrafos es que Alain lo ha hecho desde más cerca, con
los pies en el propio nevado. Esa experiencia visual privilegiada le ha
permitido acumular a lo largo de décadas miles de imágenes que en los últimos
años han visto la luz en libros lujosos que lo posicionan como uno de nuestros
fotógrafos de naturaleza más importantes.
Cuando recuerdo a Alain todavía vislumbro a un
joven poeta cuyo primer libro de poemas, Poemas
al extremo (1980) publiqué en la serie Palabra Encendida, junto a otros títulos
de Jaime Nisttahuz y míos. Mucho agua ha corrido desde entonces, sobre todo las
de nuestra montañas que van perdiendo cada año su cobertura de hielos
perpetuos.
Illimani, fotografiado desde El Alto |
Por esa catadura de explorador y aventurero (heredada de los exploradores europeos del siglo XIX) Alain conoce Bolivia
mejor que la gran mayoría de los bolivianos que dicen amar a su país. Quizás
(en un cálculo optimista) uno de cada diez mil bolivianos ha recorrido tanto
territorio nuestro como Alain Mesili.
La exposición que presentó frente al atrio de
la Universidad Mayor de San Andrés es apenas un botón de muestra de sus mejores
fotografías del Illimani, pero sus libros reflejan mejor la extensión y calidad
de su obra. Comento brevemente tres de ellos, los más recientes: Miradas (2012), La Paz entre cielo y tierra (2013) y Ayer Los Andes (2015), publicados con el apoyo de la
Vicepresidencia de la República.
Miradas es una síntesis de la naturaleza
boliviana, desde los altos picos andinos hasta los llanos, pero también un
panorama de la naturaleza humana. Las tres primeras fotos del libro así lo
anuncian: llano, montaña y gente. Es una pena que las fotografías no estén
debidamente identificadas, siempre queda la duda de dónde y cuando se tomó la foto.
Illimani, cara este |
La luz del altiplano es especial, de eso no
cabe duda. Los contrastes son dominantes
en este y los otros libros, y también son parte del estilo del fotógrafo. La
ciudad de La Paz, las montañas que la rodean, el lago Titicaca y otros paisajes
andinos ocupan la primera parte, que se prolonga luego en los valles altos con
sus manchas de agua y vegetación que dan respiro a sus habitantes.
No es solamente La Paz el objeto de la mirada,
sino también Potosí, el Salar de Uyuni, los mineros, las caprichosas formas de
la sal, la fauna esquiva, etc. A medida
que uno pasa las páginas el color invade las fotografías. El fotógrafo sigue el
trayecto de un grupo de llamas desde las alturas hasta el Parque nacional de
Madidi para descubrir la otra Bolivia, tropical e inexplorada. Hay también
imágenes de Santa Cruz, de Cochabamba, de Tarija… un recorrido completo que
concluye con mapas que permiten ubicarse en la geografía del país.
La Paz
entre cielo y tierra repite la fórmula en el sentido
de visitar los mismos espacios, pero en un estilo totalmente diferente, ya que
combina lo que el lente ha capturado, con el trabajo técnico que se puede
realizar en una computadora para realzar ciertos aspectos visualmente. Este es
un libro expresionista, cuyas fotos han sido muy trabajadas en el proceso de
edición, para saturar los colores y destacar así a la ciudad y sus alrededores.
Alfonso Gumucio y Alain Mesili |
Las fotos de la ciudad son impresionantes, así
como las de la arquitectura colonial que a veces pasa desapercibida para
quienes transitan delante de esos magníficos monumentos. La sección siguiente
está dedicada a las fiestas y las máscaras, muy bellas, pero la parte del libro
que más me ha motivado es la de la cultura urbana, con fotografías de murales
callejeros o cholitas luchadoras. Ameritaba que esta sección fuera más amplia
en lugar de reincidir en el Madidi o la Cordillera Real.
Todo lo opuesto es el tercer libro, Ayer Los Andes, donde todas las
fotografías son en blanco y negro, lo que le otorga una expresividad
diferente. La crudeza de los contrastes
en los rostros y en los paisajes parece remontarnos al pasado, si bien se trata
de fotografías recientes. Hay un cierto
aire de decadencia y abandono que el fotógrafo ha capturado muy bien.
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La fotografía es, antes que nada,
una manera de mirar.
No es la mirada misma. —Susan Sontag