A raíz del Premio Semilla del Cine Boliviano
que me fue otorgado el 21 de marzo por la Cinemateca Boliviana, Carlos D. Mesa
publicó un generoso comentario en el suplemento “Tendencias” del diario La Razón: “Alfonso Gumucio Dagron. Moro, La Pasión del Navegante”.
Carlos
D. Mesa
Alfonso Gumucio ha recibido el 21 de marzo de
2017, el premio “Semilla” que otorga anualmente el cine boliviano a quienes han
hecho aportes, a lo largo de su vida, en favor del séptimo arte en el país.
Esta mi semblanza de Alfonso.
Moro, como lo conocemos todos, es un hombre
incansable en su trabajo y en sus convicciones. La comunicación es su pasión,
sí, pero sería insuficiente encuadrar al cineasta, al poeta, al narrador, al
entrevistador, al teórico, al investigador, al académico, al docente, en esa
definición: comunicador. Probablemente le cuadre, pero no le alcanza del todo.
Escojo su pasión inocultable: Bolivia. Moro no
sería ‘el Moro’ sin su brújula referencial boliviana, no ciertamente la del
nacionalismo chauvinista, la del sentimentalismo de himnos y banderas, sino la
de un actor y un testigo crítico de su país, que busca, que desentraña que
cuestiona. De su prolífica obra de miles y miles de páginas publicadas e
inéditas, de horas y horas de imágenes, la que lo ata a Bolivia es la más
intensa, la más valiosa, la que más sacude. Moro milita por Bolivia y por
América Latina desde sus años de juventud, desde su formación parisina, desde
su lucha frontal contra las dictaduras militares, desde la ácida y contundente
escritura de sus poemarios.
Mela Márquez y Alfonso Gumucio Dagron |
Para quienes no vivieron los duros años de la
Bolivia de la represión y el exilio, es fácil olvidar el tránsito que nos
permitió conquistar la democracia. Moro es uno de esos bolivianos que se
jugaron por la libertad y que se jugaron por un lenguaje alternativo que les dé voz a los sin voz, cuando el internet y las redes eran poco más que una
quimera. Primero el cine comprometido, luego la posibilidad de otro cine desde
las bases populares, finalmente la comunicación como un instrumento eficaz para
el desarrollo.
En la investigación, riguroso como es, llevó a
cabo la primera gran historia del cine boliviano, cuando esa aventura era una
preocupación de unos pocos. Sigue hoy como el pilar fundamental de la
bibliografía sobre el tema. La hizo (igual que su libro clásico sobre los cines
de América Latina) mientras, disciplinado hasta la irritación, veía por lo
menos una película diaria de la que escribía, imperturbable, una reseña
crítica.
Digno heredero de su padre, Alfonso Gumucio
Reyes, ha sido siempre insobornable. Insobornable por la libertad, algo que es
tan difícil de entender para muchos que creen que la ciega obsecuencia a un
partido o a un líder se debe entender como lealtad a algo o a alguien. La
lealtad de Moro son sus principios, aquellos que guían a un ser humano más allá
de la mezquina y miope mirada del ir y venir de la política mal entendida.
En la Cinemateca, con Paolo Agazzi |
Pero todo ello no sería suficiente si no
conociéramos su infatigable ruta por el mundo. Literalmente ha recorrido por lo
menos medio centenar de naciones de los cinco continentes, lo que lo ha
vinculado con una idea excepcional de la universalidad, no la de la
globalización serial, por el contrario, la del conocimiento a través del rasgo
más notable de lo humano, la amistad. Ha hecho amigos en todas partes.
Pintores, cineastas, dramaturgos, novelistas, compositores, intérpretes,
mujeres y hombres de diverso origen y diversas miradas, hacen el mosaico de sus
relaciones que son algo más que contactos sociales de circunstancia para convertirse
en vínculos hondos que permiten el descubrimiento enriquecedor de la otredad.
En lo personal hemos construido una sólida
amistad que comenzó con una emulación intelectual en nuestros años tempranos de
cine y Cinemateca, y que muy pronto se convirtió en una gran sintonía por
tantos intereses comunes, por un respeto y una gran admiración hacia su
compromiso intelectual, por la dimensión de su obra y porque –esto es lo
esencial- su calidad humana y generosidad lo valen.
La premisa más importante de Moro parece ser
no detenerse nunca, no rendirse nunca al cansancio, o al desaliento. Como el
gran navegante, dice siempre en lo íntimo de su alma: “Vivir no es necesario,
navegar sí es necesario”.