Como todo proceso la democracia se
construye de manera continua y
permanente, y no de manera lineal y menos aún vertical. Es un proceso complejo que implica una inversión de
ideales y horizontes de largo plazo. Quien crea que la democracia es una
sucesión de encuentros electorales está equivocado porque el ejercicio del voto
no es sino una manifestación que expresa la legitimación de un sentir
colectivo.
La historia muestra que los procesos
democráticos se alimentan de acciones cotidianas que consolidan la capacidad
asociativa ciudadana con base en una mejor toma de conciencia sobre el papel
que cumple cada individuo y cada grupo en el andamiaje de esa casa para todos
cuyos muros son firmes y cuyo techo protege a la colectividad.
Si bien es una responsabilidad del Estado
hacer prevalecer la democracia, su solidez depende de la participación de todos.
La apatía y la abstención producen democracias frágiles, mal alimentadas,
anoréxicas. Las democracias vigorosas se distinguen por su vitalidad en la
opinión pública, en el debate y también en las calles.
Bolivia tiene una larga historia de lucha
por lo democracia porque la legitimidad de sus gobiernos ha estado reñida con
la legalidad de las urnas. La participación en elecciones es masiva porque es
obligatoria y porque se ha convertido en una responsabilidad incorporada a la
“dieta” democrática, pero lo cierto es que sigue siendo frágil, manipulable y
maleable, como se puede constatar ayer y hoy.
La vigencia de un órgano electoral
independiente, descentralizado y transparente es una condición esencial para que
los ciudadanos se sientan acuerpados en sus objetivos de vivir su vida
cotidiana asumiendo responsabilidades y obligaciones colectivas con la certeza
de que ello es una garantía para un desarrollo social, cultural y económico
armónico y una convivencia pacífica que permita construir antes que destruir.
Me parecen incontestables los esfuerzos
que hace el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) y en particular su brazo
educativo y de participación, el Servicio Intercultural de Fortalecimiento
Democrático (SIFDE), para crear un ambiente propicio para el debate y la
adopción de cartas orgánicas en municipios y estatutos para las autonomías regionales
e indígenas originario campesinas. Estos ejercicios han sido apropiados por
comunidades de ciudadanos que fortalecen el espíritu democrático del país en su
conjunto.
De la transparencia de ese trabajo nace
una confianza renovada que se había perdido en gestiones anteriores, que se
ratifica cada vez que un sindicato, una asociación de estudiantes o una
universidad solicita a la OEP un acompañamiento para llevar adelante sus
procesos institucionales de participación democrática.
En octubre, “Mes de las democracias” que
celebra los 34 años de recuperación de la vida democrática, el OEP realiza muchas
actividades educativas para llevar a la ciudadanía esa noción de democracia que
trasciende el ejercicio ocasional del voto.
Jorge Sanjinés |
Entre las actividades está el “Ciclo de
cine de las democracias” que se desarrolla en La Paz (10 al 14 de octubre) y de
El Alto (17 al 21 de octubre) en coordinación con la Cinemateca Boliviana en el
primer caso y con la carrera de Sociología de la Universidad Pública de El Alto
(UPEA) en el segundo.
El ciclo cuenta con cinco películas que
son representativas de Bolivia, de la región latinoamericana, de América del
Norte, de Europa y de Asia, para mostrar que todas las regiones enfrentan
desafíos similares en el camino del ejercicio pleno de la vida democrática. Los
debates serán animados por especialistas como Mela Márquez, Claudio Sánchez,
Andrés Mallo y Alfonso Gumucio Dagron.
El ciclo se inicia con una obra emblemática
del cine boliviano, El coraje del pueblo
(1971) de Jorge Sanjinés, que relata la masacre de mineros en la noche de San
Juan el año 1967 durante la dictadura del general René Barrientos. Entre el cine
testimonial y de ficción, el largometraje es una pieza indispensable para la
memoria de generaciones de bolivianos que no vivieron esos momentos dramáticos
para el país.
El film será presentado por el propio
Jorge Sanjinés que además recibirá un reconocimiento del Órgano Electoral
Plurinacional por sus contribuciones cinematográficas a la democracia
participativa.
La película No (Chile, 2012) de Pablo Larraín muestra el plebiscito
nacional de 1988 que decidió que luego de 15 años de dictadura militar el
general Augusto Pinochet debía abandonar el poder para dar paso a una
elección presidencial al año siguiente.
Milk (Estados Unidos, 2008) de Gus van Sant es la historia
de Harvey Milk (Sean Penn) y su campaña electoral como activista gay
estadounidense quien pelea por los derechos de los homosexuales y se convierte
en el primer homosexual con un cargo público en los Estados Unidos. Es un film
que habla de los prejuicios y de la discriminación.
Sufragistas (Inglaterra, 2015) de
Sarah Gavron es un fascinante relato sobre las mujeres que exigen sus derechos
políticos, entre ellos el derecho a votar en la Inglaterra de principios del
siglo XX, poco antes de la Primera Guerra Mundial. Las sufragistas inglesas
estaban divididas entre las que defendían las protestas pacíficas, y las que
luchaban contra el gobierno por medios más radicales. La película narra la
historia de una joven de clase obrera que al ver que su protesta pacífica no
tiene resultados, decide utilizar la violencia para forzar el cambio y
conseguir el derecho al voto.
El
acto de matar (Dinamarca / Indonesia, 2012) de Joshua
Oppenheimer es un documental estremecedor que muestra los testimonios
descarnados de un grupo de represores que luego del golpe de estado de 1965, formaron
un escuadrón de la muerte que asesinó a cientos de personas con sus propias
manos.
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La democracia
necesita tanto conflictos de ideas
como de
opiniones que le den vitalidad y productividad.
—Edgar Morin