La población de La Paz fue nuevamente
afectada esta semana por la caterva de propietarios de minibuses, en paro
contra las disposiciones municipales. Ojalá hicieran huelga quedándose en sus
casas, pero como saben que nadie los echaría de menos no solamente suspenden su
precario servicio sino que bloquean las calles para que ningún otro vehículo
pueda circular. Es decir, se apropian del espacio público para irritar más a
los paceños y hacerse de más enemigos entre los ciudadanos.
La actitud de los choferes es intolerable
puesto que meses atrás firmaron un acuerdo con la alcaldía comprometiéndose a
mejorar la calidad del servicio, pero no lo hicieron. Y la alcaldía de La Paz
cometió el error de autorizar el aumento de los pasajes, confiada en que los
minibuseros iban a cumplir con lo pactado, incluso después de haberles otorgado
tres meses más de plazo.
El resultado es doblemente pernicioso,
puesto que ahora los usuarios pagamos más y el servicio de minibuses sigue
siendo deficiente. Los choferes se comprometieron a suspender el “trameaje” en
sus rutas, pero no lo hicieron, siguen actuando caprichosamente a vista y
paciencia de todos. Llevan pasajeros de pie, no respetan los semáforos, se
estacionan en doble fila, etc. Los vehículos siguen desvencijados y sucios,
y muchos de los choferes necesitan
bañarse porque sus unidades huelen a cloaca.
No es aceptable que los minibuses paren
dos o tres veces en una misma cuadra para recoger o dejar pasajeros. Deberían
tener paradas fijas obligatorias, bien señalizadas y con espacio para
arrinconarse en lugar de entorpecer el tráfico.
Mientras los choferes de minibuses sigan
obrando como si fueran los dueños de las calles, la alcaldía debería seguir
retirando placas y sacándolos de circulación, porque son una lacra que solo
desaparecerá cuando tengamos un mejor transporte municipal. Los PumaKatari
deberían multiplicarse por cien, con unidades más cortas que recorran las rutas
que ahora son “propiedad” de los minibuses. El comportamiento “minibusero” es como
una enfermedad contagiosa que se extiende a los taxis y a los conductores
privados, también a los que manejan Audi, BMW o Lexus. Todos igualmente
patanes.
Nadie respeta las normas establecidas. Los vehículos aceleran cuando
el semáforo pasa de verde a amarillo, en lugar de frenar. Los pasos de cebra
son completamente ignorados y los peatones tenemos que pasar a la carrera o cruzarlos
con ademanes desafiantes para que los autos se detengan.
Habría que pintar esos pasos de cebra de
rojo intenso y colocar a un lado la señalización correspondiente para que los
automovilistas respeten, como hacen cuando viajan a otros países donde les
ponen multas si violan las normas.
Los vehículos particulares se estacionan
donde les da la gana, incluso sobre las aceras o junto a la señalización que
dice claramente “no estacionar” o “parada de transporte público”.
Frente a ese avasallamiento la alcaldía
ha puesto en marcha un plan que los ciudadanos de a pie aplaudimos: remolcar
los vehículos estacionados en lugares prohibidos. Claro que tendrían que llevarse
también las lujosas vagonetas de la vicepresidencia y del ministerio de
Defensa, que entorpecen el tráfico de arterias centrales como las calles
Ayacucho y Mercado, o la Avenida 20 de Octubre.
Uno de los problemas es que la policía
municipal no está autorizada a cobrar multas, y la policía de tránsito es
completamente inútil e ineficiente, no sirve ni para las tareas más sencillas. Los
policías de tránsito, ociosos y distraídos, nunca están en los cruceros donde
se los necesita, nunca hacen respetar reglamentaciones tan básicas como
abrocharse el cinturón de seguridad o no usar el teléfono celular mientras se
maneja.
¿Para qué sirve la policía de tránsito?
Para nada. Son más útiles las cebritas de la alcaldía, pero lamentablemente no
pueden cobrar multas, solamente sonrisas.
En este país no solo hay autos chutos,
también chutos al volante. Duro con ellos y duro con los vándalos minibuseros
que bloquean la ciudad.
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En la
ciudad moderna todo está centrado en la movilidad. Y seguirá estándolo, pero ya
no con el coche como protagonista. Y eso se reflejará en la estructura de las
ciudades. La vieja ciudad pensada para los peatones se impondrá.
—Norman
Foster
(Publicado en Página Siete el
22 de octubre 2016)