Una sola noche, a fines de febrero, trescientos invitados pudimos admirar por dentro el edificio del nuevo Museo Soumaya y su contenido invalorable, pero luego cerró sus puertas hasta ahora que acaba de abrirse al público el 28 de marzo, para mostrar la colección privada de arte más importante de México.
Tuve la oportunidad de estar en la noche inaugural cuando todavía los obreros trabajaban a contrarreloj para concluir los detalles de obra fina del museo que pertenece a la fundación de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, dueño de las telecomunicaciones de América Latina (un servicio caro y deficiente en México) y tantas cosas más, actualmente envuelto en una batalla campal contra el poder mediático de Televisa. Pero esa es harina de otro costal.
El edificio del Museo Soumaya –que lleva el nombre de la esposa fallecida de Slim, iniciadora de la colección de arte- es una estructura recubierta de metal que destaca como una escultura refulgente en el conjunto urbanístico de Plaza Carso (el nombre del grupo empresarial), un área extensa donde se asientan ahora los edificios de las oficinas de las empresas de Slim, un reciente desarrollo en el noroeste del barrio de Polanco, colindante a las vías del tren del ferrocarril de Cuernavaca.
En la arquitectura como en el arte, las comparaciones son inevitables. Así, el Museo Soumaya se inspira en grandes creadores de la arquitectura orgánica; por sus espacios internos, sus torsiones, sus curvas y su revestimiento, tiene algo de Frank Lloyd Wright, de Santiago Calatrava, de Oscar Niemeyer y de Frank Gehry. Por dentro, una rampa que permite desplazarse de un nivel al siguiente, recuerda el diseño similar de Lloyd Wright en el Museo Guggenheim de New York, mientras que por fuera el edificio diseñado por el joven arquitecto Fernando Moreno, está recubierto por 16 mil hexágonos de metal que remiten al efecto visual de Gehry en el Museo Guggenheim de Bilbao.
La estructura es un desafío a la fuerza de gravedad. Asentada sobre 28 columnas tubulares perimetrales, se proyecta como una gran ola suspendida por la tensión y el efecto de torsión de los materiales utilizados. Algunos dirán que se asemeja también a la chimenea de una central nuclear.
El presidente mexicano Felipe Calderón |
Al lado de Carlos Slim, durante la inauguración, estaban no solamente el Presidente de México Felipe Calderón, sino amigos cercanos del magnate, como el escritor colombiano Gabriel García Márquez, y el periodista estadounidense Larry King, quien en sus palabras de apertura –luego de despojarse del saco para mostrar sus emblemáticos tirantes- afirmó en inglés: “Jamás habrán visto arte como este, mostrado de esta manera”. Según anunció Carlos Slim el ingreso al Museo Soumaya será siempre gratuito.
Las 16 colecciones del museo están distribuidas en los seis pisos que cuentan con 7.517 metros cuadrados de área de exposición. Lo exhibido la noche de la inauguración fue un adelanto de la riqueza que encierra el acervo. Las 66 mil piezas de arte que representan las colecciones de pintura y escultura, tanto mexicana como europea corresponden al gusto ecléctico de una colección privada, que por lo mismo tiene la ventaja de abarcar una amplia gama de disciplinas del arte y muchas expresiones de la creatividad popular.
Rio Juchitán (1956), de Diego Rivera |
Miniaturas y Relicarios, Artes Aplicadas, Monedas y Medallas, Moda de los Siglos XVIII a XX, Fotografía, Arte Comercial de la Imprenta, Auguste Rodin y Escultura Europea del Siglo XIX y XX, Antiguos Maestros Europeos, Retrato Mexicano del Siglo XX, Paisaje del México Independiente, Arte Mexicano del Siglo XX, y la Estampa Devocional, son algunas de las colecciones. En la planta baja se exhibe una obra hasta ahora conocida por muy pocos, “Río Juchitán” (1956) un pequeño mural en mosaico veneciano, el último que realizó Diego Rivera, cedido en comodato al Museo Soumaya por la familia Suarez Suarez.
En el piso más alto, la muestra de esculturas de Auguste Rodin es considerada la segunda más importante en el mundo después de la que existe en París. Junto a las obras de Rodin, están las de Salvador Dalí y otros grandes artistas.
La colección de pintura europea incluye obras como “San Francisco de Asís en éxtasis” de Zurbarán, una “Inmaculada Concepción” de Murillo, o “La Sagrada Familia” de El Greco, entre los españoles; pero también abundan obras emblemáticas de Lucas Cranach el Viejo, de Rubens, de Tiziano, de Bruegel, de Frans Hals o Van Dyck.
La pintura mexicana está representada por los más grandes, Rufino Tamayo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, el extraordinario paisajista José María Velasco, y varios extranjeros que pintaron México en los siglos XVIII y XIX.
No he visto en este país otro museo tan rico y con una variedad de obras de autores tan destacados. Con más de seis siglos de arte a disposición de los mexicanos, el museo es sin duda el más importante de México, donde curiosamente espacios como el Museo de Arte Moderno o el Museo Tamayo, hacen muy poco para mostrar las obras de importancia que mantienen la mayor parte del tiempo en la penumbra de sus bodegas.
Me toca regresar al Museo Soumaya para verlo con calma, sin toda la algarabía y el despliegue de seguridad que me tocó la primera vez esa noche a fines de febrero. Quiero apreciar cada obra sin apuro, simplemente disfrutando con “alegría estética”, como decía Sartre.