08 julio 2010

Nemrut Dag




Dos mil doscientos metros de piedra
sobre el nivel de los mortales,
aquí solo miradas que nunca mueren
cantos de jilgueros que despiden el sol
arbustos que esgrimen sus espinas al viento
verdes dardos de veneno contenido.

Respiro hondo en el ascenso y siento
el silbido del fuelle en el pecho.
Respiro porque vivo, el aire azul me invade
preludio de palpitaciones.

Nueve gigantes destronados
dioses y reyes descabezados por la historia
vigilan el horizonte de piedra
repetido como ecos de si mismo.
Mi mirada no es más que una mirada
todo lo demás permanece
todo lo demás sobremuere.

Lo demás es silencio
hasta que el frío de la noche
reniega del sol y raja la entraña de piedra
con un chasquido seco.

Anatolia, junio 2010