Señores Generales,
Señores Coroneles,
mientras en vuestra patria sólo hay males,
en vuestras altas vidas sólo hay mieles.
Y aunque llena de gloria,
muy breve es vuestra historia;
Tiempo y un cuartelazo… ¡General!
Tiempo y genuflexiones… ¡Coronel!
Vosotros, neroncillos de cuartel,
sólo para cobrar no lo hacéis mal…
Pero no os vi en la guerra, y cuando os vi
(sellos de goma) tan sólo fue firmando
o en futesas indignas de un Comando.
O en lo que no debía ser así…
Y os vi que sin tener arte ni ciencia,
ni asomo de conciencia,
jugabais al azar como con dados
con la vida de miles de soldados.
Esclavos de encumbradas amistades,
tenéis marcialidad en las ciudades
en tanto, en el combate, un ser maldito,
el que todo lo paga, el soldadito,
os da ejemplo de amor y de coraje,
¡Merecéis de gallinas el plumaje!
Sois jefes de línea… paradójica,
con cultura de “Caras y Caretas”
y de pornográficas gacetas;
más que al escalafón,
a la escala zoológica
os debéis en montón.
Señores Generales:
Señores Coroneles:
A vuestros sueldos, palmas y laureles,
sumad mis salivazos inmortales.
Verdad que si mandarais en la guerra,
sería lo peor.
Corresponde a varones ese honor,
y a vosotros meteros bajo tierra.
¡Oh, General inútil, vano y necio!
¡Coronel a quien mata mi desprecio!
Porque fuisteis de hombría siempre avaros,
mi látigo se ensucia al azotaros.
Mi General, mi Coronel:
Emboscaos siquiera en un cuartel.
Mientras bailabais borracho
con plumas damiselas,
en el infierno del quebracho
marchó la defensa sin timón ni velas,
mientras robabais a la nación.
Merecéis del pueblo la guillotina,
por ladrón, inmoral y gallina.
Nicolás Ortiz Pacheco (1893-1953)