Son algunas de las preguntas que me hago y que formulé durante mi corta intervención en el panel de especialistas en proyectos audiovisuales educativos “Situación de la producción audiovisual para la niñez y la adolescencia en Latinoamérica”, que tuvo lugar el 9 de octubre en la “Cátedra Luis Ramiro Beltrán” de la Universidad Católica Boliviana, como una de las actividades del XII Festival Internacional Kolibrí, dedicado a niños, niñas y adolescentes. En el panel participaron invitados de Argentina, Cuba y Bolivia, cuya relación con el audiovisual para la infancia es diversa: algunos son productores o realizadores de programas de televisión o de animación, otros son docentes de cine o promotores del cine destinado a la infancia, como es el caso de la organizadora del evento, Liliana de la Quintana (y toda su familia, podríamos decir), quien lleva muchísimos años forjando en Bolivia espacios de capacitación, de participación, de producción y de difusión en el tema de cine para la infancia y la adolescencia.
Empecé recordando a los asistentes y participantes del panel la feliz coincidencia de estar en la Cátedra Luis Ramiro Beltrán, quien fuera el guionista de “Vuelve Sebastiana”, la primera película en la historia de Bolivia donde los protagonistas son dos niños. Qué feliz coincidencia.
Aunque no estoy involucrado directamente en la producción de cine para niños, mis siete años de experiencia de trabajo en UNICEF en Nigeria y en Haití me han permitido hacerme las preguntas que formulé antes, y adoptar una posición crítica con la organización de Naciones Unidas supuestamente dedicada a la infancia, pero en realidad una burocracia muy mal llevada para responder a las necesidades reales de niños, niñas y adolescentes. El sistema educativo en Bolivia también suele ignorar el potencial del audiovisual en el aula, lo que muestra sus enormes límites a pesar de los discursos grandilocuentes desde el Estado.
"Cuentos de la cuenca" (Bolivia, 2018) de Andy Garnica |
El Festival Kolibrí recibió este año 280 obras, de las que fueron seleccionadas 158 para concurso, de 26 países en cinco continentes. Esos números indican su capacidad de convocatoria, pero detrás de las cifras hay mucho más: una evolución de las temáticas que interesan crecientemente a los niños, niñas y adolescentes, entre ellas el medio ambiente, la discapacidad y la diversidad sexual. En los talleres que se realizan anualmente en los colegios, en diferentes departamentos de Bolivia, los propios niños han propuesto otras temáticas vinculadas a los derechos humanos (Luis Espinal, por ejemplo) y a la violencia familiar, entre otras, de las que surgen producciones de documental, animación o ficción realizadas por los propios niños y adolescentes que participan en los talleres que organiza Nicobis (la familia Ovando) y el Festival Kolibrí. Más de un centenar de obras se han producido de esta manera en diferentes lugares de Bolivia: aymaras del lago Titicaca, poblaciones afrobolivianas en Yungas, Tarabuco en Chuquisaca, los distritos mineros, Alto Beni, guaranís del Chaco tarijeño, etc.
"Cuentos de la cuenca" |
“Cuentos de la cuenca” (2018, 7 min.) de Andy Garnica Iriarte obtuvo el primer premio en la categoría de animación. Es una hermosa alegoría que, en la línea de la ya clásica “Abuela grillo”, muestra la preocupación por el medio ambiente y la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza tejiendo comunidad y valores. Una visión pesimista nos inclinaría a decir que ya es demasiado tarde con un Estado tan indolente y depredador, pero lo cierto es que el cambio de actitudes individuales y comunitarias, como muestra el corto, es la clave para que ecocidios como el de la Chiquitanía no vuelvan a ocurrir. Por la belleza de su narrativa y la pertinencia de la historia este corto debería ser obligatorio en todas las escuelas y en todos los canales de televisión. Es mucho más importante que toda la propaganda o los falsos programas para niños que saturan la pequeña pantalla.
"Muyuspa" (Bolivia) de Jesús Vilca |
"Cocodrilo" (España) de Jorge Yudice |
"Crónicas elefantiles" (Colombia), de Miguel Otálora |
Muchas otras actividades giran alrededor de este proyecto ambicioso que es Kolibrí, que comienza a merecer la atención del Estado para garantizar su continuidad en el tiempo. No me cabe la menor duda: las nuevas generaciones “picadas” por este dulce Kolibrí serán mejores.
(Publicado en Página Siete el domingo 13 de octubre 2019)
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La
infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir;
nada
hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras.
—Jean-Jacques
Rousseau