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Dos imágenes de Carlos Mesa me vienen a la cabeza que no tienen que ver directamente con su imagen pública.
- Carlos sentado en lo alto del Templo IV en Tikal, en enero del 2004, con la mirada sobre la inmensidad verde del Peten guatemalteco, y el pensamiento, cómo dudarlo, en algún lugar de Bolivia.
- Otra imagen similar, apoyado en una roca en la Isla Incahuasi llena de cactus centenarios, en octubre del mismo año, observando la magnífica caída del sol sobre el horizonte sin fin del salar de Uyuni.
Entre ambas fotos, diez meses cruciales de su presidencia.
Esas imágenes me dicen mucho de Carlos Mesa, de un hombre que reflexiona, quizás también de un hombre que sueña.