
Versolaris o bertsolariak se llaman los poetas populares que en el país vasco improvisan sus versos en público. Esta tradición le ha servido al poeta Alan Mills para llevar adelante otra de sus travesuras. Invitó a una veintena de poetas guatemaltecos “y a un boliviano” (como se lee en la prensa), para leerse mutuamente y no solamente para escucharse. Es decir, los poetas leyeron poemas de otros colegas en lugar de leer los propios. Durante tres días, en el Centro Cultural de España de Ciudad de Guatemala, en el Bar Las Cien Puertas y en el Bar El Delirio, los poetas fueron convocados en grupos de 5 o 6 para leerse. A mi me tocó leer a Francisco Morales Santos y Alan leyó poemas del “boliviano” polizonte, es decir, míos.
Pero la iniciativa fue mucho más rica, ya que Alan Mills publicó para la ocasión la
Antología Mínima: las Palabras y el Deseo, un poemario de apenas 36 páginas, que reúne poemas eróticos de cada uno de los poetas invitados. Un hermoso recuerdo de ese evento. Allí se publicó, de uno de mis primeros libros, este poema:
Reflexiones en la hora de las flexionesAyer cuando hacía el amor entusiasmadocomprendí de pronto toda la verdadde tanto esfuerzo húmedo y pujanza.Señores, se nos pasa la vidatan sudandoqueriendo regresar los pasos siempreextraviar el espejo que nos mirarecobrar el estado cálido inicialgrandulones, peludos, encorvados,pretendiendo ilusosel estrecho refugio que una vez perdimos.