
Por esas y otras razones (la principal es que no lo necesito) no tengo un teléfono celular y vivo tranquilamente sin ese aparato que causa adicción. Pero a veces sorprendo a mis amigos cuando les digo que en un viaje a Zambia, en el 2005, compré en un pequeño mercado popular un celular fabricado en el Congo. Mientras disfruto la mirada sorprendida de mis amigos, les cuento la historia.
En un puesto de un mercado popular de Lusaka, (donde fui a buscar instrumentos musicales para mi amigo Coco Cavour, que tiene un hermoso museo en La Paz), encontré un objeto rectangular, de madera, que llamó mi atención. En las cuatro esquinas tenía tallados cuatro rostros, y en el centro había una concavidad. Pregunté lo que era y me respondieron: “cell phone” y aclararon que venía del Congo. En otro puesto vi una pieza similar y pregunté… Obtuve la misma respuesta: “cell phone”, del Congo. Intrigado, pedí una explicación. El vendedor señaló los cuatro rostros tallados: “Mire, muy fácil. Esta tribu puede hablar con esta otra, y esta con la que está en esta esquina, además, en cualquier idioma porque la traducción es automática. Solamente hay que colocar en el centro un tributo para los dioses”. Por supuesto, compré allí mismo mi primer teléfono celular, que en lengua local llaman "lukasa".