Muchas de las vendedoras del mercado de Achumani han comprado casas en calles aledañas al mercado para usarlas como depósitos de mercancía. ¿Quiere usted el mejor ron de Nicaragua o whisky etiqueta azul? Hay una vendedora que discretamente le dice: “Caserito, venga a mi casa en la noche, ahí tengo todo”. Nadie será tan menso como para creer que estas señoras han hecho fortuna sentadas todo el día frente a lechugas y tomates.
¿Por qué no estalla la burbuja? Porque su colchón son millones de dólares que provienen del contrabando y del narcotráfico, que circulan en efectivo sin control alguno, fuera del sistema bancario, con la complicidad de constructores y autoridades.
La escena de Zona Sur (2009), de Juan Carlos Valdivia donde la protagonista recibe la oferta de compra de su casa con una maleta llena de dólares es algo que ya no sorprende a nadie. Es más, es uno de los emblemas del “proceso de cambio”. Pero el sistema bancario se ha visto obligado a poner controles y ahora ya no es tan fácil que alguien con dinero mal habido toque una puerta y diga: “Le compro su casa”.
Eso le sucedió a un conocido hace poco. Tocaron la puerta de su casa en Achumani, una buena casa, y le preguntaron: “¿Cuánto cuesta su casa?” Él respondió: “No está en venta.” Insistieron: “Pero si estuviera en venta, ¿cuánto costaría?” Para ver a dónde llegaba el juego el dueño de casa respondió: “Creo que alrededor de un millón de dólares”. Sin pestañar replicaron: “Le damos un millón y medio en efectivo tal como está, con todo lo que tiene adentro”. Obviamente el dueño declinó la oferta: “¿Y qué hago yo con tanto dinero en efectivo, no lo puedo depositar en el banco”.
En otros países hay normas que prohíben hacer transacciones en efectivo por montos mayores a a 10 mil dólares, pero en Bolivia el gobierno se hace de la vista gorda porque le conviene que haya mucho circulante, y no le importa de dónde viene. A los ciudadanos que realizan sus transacciones a través de los bancos, se los interroga como a sospechosos cuando depositan 5 mil o 10 mil Bolivianos: ¿De dónde procede este dinero?
Ahora los que cargan maletas con dólares prefieren abordar a las empresas de construcción, que necesitan dinero en efectivo para pagar a los obreros, y no quieren pasar por el sistema bancario para evitar impuestos y preguntas incómodas. Así funciona: el hombre o la mujer con la maleta llena de dólares se acerca al constructor y le pregunta cuánto van a costar los departamentos de un edificio. “Cuando esté terminado, 200 mil dólares, pero en preventa los damos en 150 mil dólares”. La respuesta no se deja esperar: “Bueno, deme cuatro, aquí están 600 mil dólares en efectivo”.
Poco tiempo atrás, bajando en Teleférico desde El Alto inicié una charla casual con mi vecino de asiento. Pronto llegamos a coincidir en que la corrupción era uno de los rasgos que definía al régimen de Evo Morales. Pero cuando comenté que en otros países había normas para sancionar grandes transacciones en efectivo me dijo: “No, eso no nos conviene, yo soy constructor”.
Las normas de planificación urbana son laxas y existe una cantidad enorme de licencias de construcción "especiales" o de excepción. Habría que leer complejas leyes y normas que solo los especialistas entienden para poner denuncias que no llegan a nada. Una vez que se otorgan los permisos los constructores hacen lo que les da la gana, como si hubiera recibido un cheque en blanco. Los edificios se elevan casi pegados uno al otro, apenas pasa el sol a ciertas horas. Hay casos aberrantes. ¿Cómo otorga permisos la Alcaldía para edificios muy altos construidos sobre espacios muy pequeños sobre calles donde antes se permitían solamente ocho pisos? ¿Dónde quedó el análisis del impacto ambiental?
En Bolivia se lava y se plancha el dinero mal habido. Así como ahora los que producen cocaína usan lavadoras eléctricas y ya no pozos de maceración de hoja de coca, del mismo modo la sociedad boliviana y el gobierno son cómplices del lavado de dinero procedente del contrabando y del narcotráfico.
(Publicado en Página Siete el sábado 14 de julio 2018)
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Cuando se trata de
dinero todos son de la misma religión.
—Voltaire