Acabo este año con asco, con un sabor amargo
en la boca y la conciencia de que en Bolivia están destruyendo lo más valioso
que teníamos más allá de las riquezas materiales: la honestidad, la ética, la
solidaridad y otros valores humanos.
Todo lo hemos perdido porque la cúpula del
poder ha impuesto un modo de vida donde los valores humanos no son importantes,
sino la angurria de poder y de dinero. La ambición desmedida del grupo
dominante —unido por objetivos que no tienen que ver con el bienestar de la
población sino con fines de beneficio personal— ha destruido la
institucionalidad del país, convertido en un feudo, como antes de 1952.
El señor feudal lo decide todo sin
transparencia y maneja como si fueran suyos los recursos del Estado con los que
soborna a dirigentes y a comunidades. Me repugna su proceder ignorante y torpe,
su arrogancia de sátrapa ungido por una corte de lambiscones que le rinde
pleitesía y por los recursos públicos que despilfarra.
Me da asco su hipocresía y su impostura: habla
de derechos humanos pero trata de destruir las organizaciones que deben
proteger a los ciudadanos (Defensoría del Pueblo, Asamblea Permanente de
Derechos Humanos). Discursea sobre los indígenas pero los ha apaleado y
sobornado en el TIPNIS y en Achacachi, entre otros. Cacarea sobre la “madre
tierra” y la “Pachamama” pero entrega áreas protegidas a compañías mineras y
petroleras, probando que su “nacionalización” es una gran mentira.
Habla de la salud como un derecho para todos
los bolivianos, pero le otorga un presupuesto ridículo, muy inferior al de
Ministerio de Gobierno y del Ministerio de Defensa, apalea y gasifica a los
médicos, a los discapacitados y a quienes exigen mejores condiciones en los
hospitales y centros de salud. Y tiene como Ministra de Salud a una incapaz sin
preparación ni experiencia alguna en salud pública.
Me asquea el prebendalismo y la corrupción
generalizada. Este gobierno ha convertido en norma las relaciones cotidianas de
corrupción. Además de los grandes robos
(Fondo Indígena, CAMCE, YPFB, Ministerio de Defensa, Banco Unión y tantos
otros), la corrupción se ha instalado en
el tejido mismo de la sociedad.
Desprecio a quienes compran puestos en la
burocracia estatal y luego deben pagar cada mes un porcentaje de su salario a
quien dio el “aval político” para obtener el puesto sin pasar por un proceso de
selección, y otro porcentaje para las arcas del MAS. La práctica se ha vuelto
común en todos los poderes del Estado. Es un círculo vicioso de corruptos.
Estoy asqueado por el sistema de coimas, que antes
existió pero nunca fue tan institucionalizado. Todos los contratos del Estado exigen
coimas a los contratistas: 7% en el nuevo Palacio de Gobierno y más en otras
obras. Los empresarios que venden bienes o servicios al Estado son cómplices,
entran en el juego con el argumento falaz de que si no lo hacen, no tienen
otras opciones. Viven bien, pero sin conciencia.
Me repugna la masificación del narcotráfico y
del contrabando, sus ramificaciones en el gobierno (diputados, viceministros) y
en la sociedad. Pueblos fronterizos se han convertido en mafias de
contrabandistas y narcotraficantes armados para defenderse de la policía.
Es insultante el cinismo del autócrata que
gobierna Bolivia, cuando expande la zona de cultivos en el Chapare a sabiendas
de que el 94% de la coca se destina a la producción de cocaína. No es casual el
“boom” de la construcción y abundan ahora los que compran dos o tres casas o
departamentos con maletas llenas de dólares, para blanquearlos.
Me asquea el cinismo y la falta de ética de los
impostores, desde el presidente y el vicepresidente para abajo, que desconocen
la propia constitución que impusieron entre gallos y medianoche el 2009. Me
repugna el desconocimiento del NO mayoritario en el referendo que ellos mismos
convocaron el 21 de Febrero de 2016 y de la evidencia aplastante del voto NULO
en el plebiscito sobre el régimen, en las elecciones judiciales.
Me asquea el culto a la personalidad del Kim
Il-sung altiplánico, un déspota que carece de valores humanos. Un impostor
mentiroso y manipulador que ha construido a su alrededor un aparato de devoción
mesiánica simbolizado en vehículos blindados, aviones de lujo y obras
faraónicas como el Museo de Orinoca o el nuevo Palacio de Gobierno,
despropósitos desde todo punto de vista.
Así, asqueado, acabo el 2017.
(Publicado en Página Siete el sábado 30 de diciembre
2017)
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No es cierto que el poder corrompa,
es que hay políticos que corrompen al poder.
—George Bernard Shaw