Museo de Orinoca |
De gastos reservados a gato encerrado. Se
ufana el régimen de Morales Ayma de haber eliminado los “gastos reservados” que
eran supuestamente una forma escondida de corrupción en los gobiernos ‘neoliberales’,
pero en cambio parece haber ‘gato encerrado’ en el uso de una caja chica que no
tiene fondo, de la que se sirve el presidente como quiere y cuando quiere. Caja
chica con un presupuesto mayor al de los ministerios.
Con la inauguración del Museo de Orinoca,
el pasado 2 de febrero, culmina una más de esas muestras de exceso autoritario y
megalómano. Hace unos años nos sorprendía la ligereza con que compró el lujoso
avión presidencial o el satélite chino, pero luego se fueron añadiendo el
Palacio Presidencial (que ha destruído la fisonomía del casco antiguo de la ciudad de La Paz)
y ahora el Museo de Orinoca hecho a medida de las ambiciones y de la
megalomanía presidencial, con un costo de 7 millones de dólares.
La casa de Evo Morales en Orinoca |
Para quienes nos leen fuera de este feudo
presidencial, el Museo de Orinoca (“patrimonio de la humanidad” según el canal
de televisión del gobierno) está situado en la localidad donde nació Evo
Morales. El pueblito no estaba en el mapa hace algunos años, pero ahora tiene
una carretera asfaltada que lo vincula al resto del país. Según datos estadísticos
del 2012, de las 243 viviendas de la localidad solamente 77 cuentan con
servicio de agua potable y 12 con alcantarillado.
No es un lugar de importancia histórica,
allí no ocurrió ninguna batalla emblemática, ni fue el lugar de origen de
una cultura ancestral. Su único mérito es ser la cuna de un dirigente
autoritario y soberbio que paradójicamente cuando amenaza con dejar la política
habla de irse a su “chaco” en el Chapare y no a Orinoca, muy a pesar de las emotivas
lágrimas que derramó en el terruño el día de la inauguración de su museo.
Emocionado hasta las lágrimas |
Rodeado de aquellos que “chupan sus tetillas” (según sus palabras del día anterior) y ataviado de un sombrero con un cintillo que anuncia sus pretensiones presidenciales de 2020-2025 (contra la constitución y contra el referendo del 21 de febrero de 2016), Morales inauguró “el museo más grande el país” (y “de Latinoamérica” según el comentarista del canal de televisión gubernamental).
El enorme museo cuenta con tres bloques, en el primero hay un recorrido por las culturas indígenas de Bolivia, pero lo más
ostentoso y lo que más espacio ocupa en todo el museo está dedicado a su
majestad presidencial. Allí se exhiben entre otros objetos una colección de fotos
históricas (falta la foto con Goni Sánchez de Lozada), videos laudatorios y muchos regalos que ha recibido el presidente en sus once años de ejercicio.
Más apropiado sería escribir once años de
‘ejercicios’, porque incluye una colección de camisetas de fútbol que ha
vestido con el número 10 en sus frecuentes viajes internacionales, donde un
punto infaltable en la agenda ha sido siempre jugar fútbol, hasta que se
lastimó una rodilla, la misma con la que a principios de octubre de 2010 golpeó
rabiosamente a otro jugador que le quitó la pelota (tampoco está ese video en
el museo histórico, pero aquí se los dejo para la memoria).
Evolatría |
Los museos y bibliotecas presidenciales
constituyen una práctica común en países como Estados Unidos, pero no le
cuestan al Estado y a los contribuyentes, como sucede aquí. Eso sería
escandaloso e inmediatamente sancionado. Las bibliotecas presidenciales de
Estados Unidos se alojan en universidades y tanto los edificios, la museografía como su mantenimiento son responsabilidad de donaciones privadas. No tendrían por
qué costarle al Estado, no sería ético. Pero en Bolivia la noción de ética la
ha perdido hace tiempo el gobierno y quienes por sus contratos con el Estado
justifican lo injustificable.
Su gran motivación, el fútbol |
En la era de la ‘evolatría’ la ética es
lo último que importa, ya que el presidente está seguro de que el país es su
feudo y de que en su espacio territorial él puede decidir y hacer lo que le
venga en gana sin pedir permiso a nadie. Basta expresar un deseo para que se
cumpla. No hay mecanismos de control ni de mitigación de desastres, como vemos
ahora en Estados Unidos donde Donald Trump no logra convalidar sus tropelías como flamante
presidente de Estados Unidos.
Lo triste en Bolivia es que hay
demasiadas necesidades no satisfechas en el campo de la cultura. Mientras que el
museo del sitio arqueológico de Tiwanaku muestra carencias evidentes por falta
de mantenimiento, aquí tenemos un costoso museo que reverencia a una persona como
si fuera la culminación de todas las culturas ancestrales. Es bochornoso.
Número 10, como Messi |
Dicen que gestionarán que el museo sea
“patrimonio de la humanidad”… O están soñando o es otro ardid publicitario. La
Unesco no declararía jamás patrimonio de la humanidad a este museo ni a ningún
otro, porque no le corresponde hacerlo. Los sitios patrimoniales de la Unesco
corresponden a criterios y requisitos que este museo de culto a la personalidad
no llena. Sería como declarar patrimonio de la humanidad las estatuas de Kim
Il-sung en Corea del Norte.
Junto a su estatua |
También levantaron el nombre de la Unesco
cuando años atrás el gobierno dijo que la organización de las Naciones Unidas
había “certificado” a Bolivia como territorio libre del analfabetismo, al cabo
de la aplicación del programa cubano “Yo sí puedo”, diseñado para la
alfabetización en castellano y no en idiomas originarios. Por supuesto que todo
fue un ardid de propaganda electoral.
La Unesco no ha otorgado nunca semejante
distinción, sencillamente es un invento del gobierno. Lo que puede darse es una carta donde “felicita” o “celebra” los esfuerzos
realizados, pero no existe un sistema de certificación como
afirmó en su momento el gobierno boliviano. Mal quedaría la Unesco otorgando
semejante certificado cuando sabemos que el analfabetismo no fue erradicado en
Bolivia, ni mucho menos. Ahí está, a la vista de todos.
La actitud presidencial de disponer de
fondos públicos para ejecutar cualquier capricho personal es proverbial. Habrá
que hacer una lista de esas decisiones autoritarias que le han costado al país
tanto dinero, y algún día el presidente Morales tendrá que rendir cuentas a la
nación por su manejo arbitrario y personalista de la cosa pública.
(Publicado inicialmente en Página Siete, el sábado 11 de febrero 2017)
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El megalómano se diferencia del narcisista
en que desea ser poderoso antes que encantador,
en que desea ser poderoso antes que encantador,
y prefiere ser temido a ser amado.
—Bertrand Russell