El tiempo vuela… es un lugar
común, pero como muchas frases que se incorporan en el hablar cotidiano, tiene
su razón de ser, representa una percepción generalizada constituida como una expresión
menos pedestre que “qué rápido pasa el tiempo” o algo parecido.
Hace exactamente dos meses
presenté Poeta de papel, mi poemario más
reciente (no el último porque tengo todavía un par en cantera). El libro
contiene cien poemas y cien dibujos de veinte artistas bolivianos que con
generosidad aceptaron el reto de escoger cinco poemas cada uno, y crear un
dibujo a partir de esos versos.
Los originales de los dibujos
se exhibieron enmarcados en el salón de exposiciones la Cinemateca Boliviana.
Media hora antes de la presentación del libro todavía estaban Carmen Perrin y
Guy Limone, dos amigos artistas llegados de Suiza y de Francia respectivamente,
colgando los dibujos con mucho más criterio artístico que el que yo hubiera
podido improvisar.
Casi todos los artistas estaban
presentes en la inauguración de la muestra y la presentación del libro, el 19
de septiembre. Un aguacero inesperado en una época del año en la que
normalmente no llueve hizo que algunos llegaran mojados hasta los huesos (otra expresión
popular gráfica), incluyendo a Erasmo Zarzuela y a Gonzalo Ribero cuyo espíritu
aventurero los hizo llegar desde Oruro y Cochabamba.
Matilde Casazola y Alfonso Gumucio en 1980 |
Quizás lo más notable del
nacimiento público del libro publicado por Plural Editores fue la presentación que hizo de él Matilde
Casazola, poeta y cantautora de enorme trayectoria. A Matilde no les gusta presentar
libros de otros, pero en este caso hizo una excepción, quizás animada por la
amistad que nos une desde hace varias décadas.
El texto de su presentación se
publicó en el suplemento Letra Siete el 2 de octubre, y recién ahora, por esto
de que “el tiempo vuela”, puedo reproducirlo en el blog para que sea leído por amigos
y colegas que no alcanzaron a verlo en la edición impresa de Página Siete. Aquí
van las palabras de Matilde Casazola.
El más reciente libro de Alfonso Gumucio
Dagron
Matilde Casazola
Fue una hermosa noticia para mí saber de
este nuevo libro de poesía de Alfonso, personalidad siempre dinámica en tantas
y tan diversas facetas de la creación y el intelecto, como son la narrativa, el
ensayo literario, el periodismo, el cine, la fotografía, las ciencias de la
comunicación… para todas las cuales ha aportado con valiosas entregas:
publicaciones, películas, libros; algunos de estos trabajos premiados en
eventos internacionales y nacionales.
Pero indudablemente es la poesía la rama
en que nos complace quedarnos hoy en compañía de Alfonso. Le anteceden otros
poemarios: Antología del asco (1979),
Razones técnicas (1980), Sobras completas (1984), Sentímetros (1990) y Memoria de caracoles (2000).
Poeta
de papel (2016) contiene cien poemas inéditos,
cada uno ornamentado de sugerentes dibujos logrados por diversos artistas. Un
doble regalo para el esteta: lo que éste capta directamente del mensaje poético
y lo que ve a través de los ojos del pintor.
Poesía la suya, depurada, contenida, al
tiempo que rica en imágenes, en juegos de palabras que da gusto descifrar.
Poesía traviesa con un cierto toque amargo. Poesía poderosamente descriptiva.
Poeta
de papel, obra densa en el sentido de ser
fecunda, es al mismo tiempo ligera, como el poeta mismo, caminante, viajero, el
ojo alerta, el pie alado.
Alfonso, detallista, amante de los
objetos bellamente labrados (en una cierta visita que hice a su casa me enseñó
hermosas esculturas africanas talladas en madera), refleja esta misma cualidad
en varios de sus poemas.
Hay otros de amor ardiente. Muchos
denotan esa sed de justicia que ha dado un rumbo claro a su existencia.
Otra clave para sus salmos: la mirada
aérea y la mirada desde diversos puntos del planeta: ciudades innúmeras,
puertos, volcanes, selvas, desiertos, ruinas de antiguas y admirables
civilizaciones, paisajes en colores contrastados.
La observación de las criaturas que
pueblan nuestro mundo: animales, plantas, lo cósmico en su poesía. Y el ser
humano con todas sus llagas, sus costumbres cotidianas, sus hastíos, también
sus crueldades.
Este libro es un testimonio de vida. Todo
un mundo contenido en cien poemas que fueron escritos a mano, en una hoja de
papel, y guardados a veces por años, hasta volver a leerlos y darles la
definitiva forma.
Gracias Alfonso por invitarme a presentar
tu libro. Gracias en nombre de quienes amamos la poesía.
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La
poesía se escribe cuando ella quiere.
—José
Hierro