Nadie que haya estado activo en el campo de la cultura en Bolivia a fines de los años 1960s puede olvidar a Gérard y Mimi Barthelemy. Es más, los recordará con cariño porque Gérard como Agregado Cultural de la Embajada de Francia dejó una huella de profunda amistad con artistas, escritores y gente de teatro. Gracias a su impulso tuvimos el Teatro Tambo, un lugar de encuentro de intelectuales y bohemios, pivote de muchas actividades que enriquecieron el paisaje cultural boliviano de esos años porque fue un centro cultural que reunió a cantantes (como Benjo Cruz), a pintores y escritores progresistas.
La carrera diplomática llevó a Gérard y a Mimi a Colombia, Sri Lanka y Marruecos, entre otros países donde dejaron amistades, pero sin duda Haití fue para ambos el punto de partida y de llegada afectiva, creativa e intelectual. Para Mimi, su país de nacimiento, donde vivió hasta sus 16 años de edad; y para Gérard, su país de adopción, al que le dedicó toda su obra intelectual como economista y antropólogo.
Las vidas de ambos amigos evolucionaron por caminos propios desde los 1980s. Mimi se hizo cuentista y se volcó por completo a una obra literaria caracterizada por la alegría creativa. Su productividad es inmensa: 34 libros en 24 años de actividad. Entre ellos: Vieux Caïman (2003), L’Histoire d’Haïti racontée aux enfants (2004), Le lion qui avait mauvaise haleine (2006), Pourquoi la carapace de la tortue (2006), Crapaud et la clef des eaux (2007), entre tantos otros.
Fundó la Compagnie Timoun Fou orientada hacia los niños del mundo, un espacio de animación donde ella es el eje dinamizador con sus presentaciones de cuentos, música, canciones y teatro. Tiene en su historial más de una decena de espectáculos, entre los que destacan “Une tres belle mort”, “Le fulgurant” para público adulto, y “Jeux de cailloux”, “Le voyage en papillon”, “Soldats marrons”, “Les iles animales”… para niños.
Con sus espectáculos unipersonales viaja por todo el mundo, y en esos itinerarios enriquece su arte con nuevas historias, nuevos libros, nuevos cuentos. Mimi es una cuenta-cuentos excepcional, deliciosa con esa sonrisa que transmite un hálito positivo. Hegel Goutier dice que “Mimi Barthelemy es el cuento hecho persona”.
Gérard dejó la diplomacia en los años 1980s y se hizo carpintero, aunque no dejó el trabajo intelectual como queda demostrado en varios libros que escribió sobre la situación socio-política de Haití. Estuve con él en Port-au-Prince hacia el año 2006, y luego lo perdí de vista, hasta que me enteré casualmente que había fallecido de un cáncer una tarde del 2 de agosto del 2007, cuando tenía 73 años de edad. Dejó detrás una obra importante, libros como Dans La Splendeur d'un Après -Midi d'Histoire (1996), Le pays en dehors (1989), Créoles-Bossales: conflit en Haïtí (2001), Haïti, la perle nue (1998), este último con escrito con Mimi.
He estado recientemente con Mimi luego de 25 años, quizás más. Fue lindo visitarla a fines de septiembre en París, en la calle de Orán, en su casa que parece salida de un cuento, como un oasis improbable en la parte trasera de un edificio que no promete mucho. Ese espacio laberíntico está lleno de reminiscencias de itinerarios pasados, de amistades y de amores. Allí nos pusimos al día en una tarde, me hizo el relato de su vida después de Gérard, y me permitió escucharla cantar en creole haitiano, con una gracia sin igual, las canciones tradicionales de los niños de Haití, su país natal, que ha rescatado en un libro (y disco) hermoso, “Dis-moi des chansons d’Haïti” (2007), ilustrado por Jean Louis Senatus y otros artistas haitianos.