28 junio 2025

Alimentación y extractivismo

(Publicado en Brújula Digital y ANF el sábado 21 de junio de 2025) 

Mi padre solía decirme que un país que no se alimenta a sí mismo no puede ser soberano. No era un comentario de cualquier ciudadano interesado en el tema, sino de alguien que tuvo bajo su responsabilidad el desarrollo de Bolivia durante más de una década y fue el autor de proyectos de integración nacional fundamentales, ya que permitieron que se abrieran las compuertas de la Bolivia altiplánica hacia el oriente, con los resultados de crecimiento que conocemos medio siglo más tarde.      

La seguridad alimentaria era una de sus preocupaciones principales y mientras otros seguían insistiendo en políticas económicas extractivistas que dañan al medio ambiente irreversiblemente y crean mayor dependencia de la explotación de recursos no renovables, él pensaba en un país que produjera leche sana y buena para la población, que dejara de importar carne o azúcar, y que integrara geográfica y económicamente los inmensos territorios de los llanos y de la cuenca amazónica, por entonces despoblados. De ahí sus obras emblemáticas como la PIL de Cochabamba, la importación y adaptación de ganado Nelore en el Beni, el ingenio de Guabirá, y las carreteras 1 y 4 a Santa Cruz a través del Chapare, algunas antes soñadas o plasmadas sobre papel, pero nunca realizadas por falta de voluntad política. Es que otra cosa es con guitarra. 

Ahora que se vienen las elecciones generales, quisiera encontrar en las propuestas electorales algunas ideas innovadoras y planes de gobierno que tomen en cuenta la seguridad alimentaria, pero las que escucho son magras, les falta sustancia. La ausencia de programas concretos sobre esta temática es aún más sorprendente en estos tiempos en que Bolivia cuenta con un capital humano e institucional que no existía en la década de 1950. Los diagnósticos sobre la situación de la seguridad y de la soberanía alimentaria abundan y han sido realizados con la mayor calidad científica y académica por investigadores especializados que publican sus hallazgos y propuestas en instituciones como CIPCA, CEDIB, la Fundación Tierra y CEDLA, entre varias otras.        

A nivel nacional, departamental y municipal hay una pléyade de organizaciones de la sociedad civil, redes de activistas y colectivos ciudadanos, como la Fundación Alternativas, Ríos de Pie, Cosecha Colectiva, Nómadas, La Brava, o el Comité Municipal de Seguridad Alimentaria (en La Paz), para no citar sino a unas pocas que desde hace años luchan en varios frentes, desde perspectivas que convergen en el cuidado del agua y de la tierra para que produzca alimentos libres de agrotóxicos y aptos para el consumo humano. Pero es mucho más que eso. 

La comprensión madura que tienen las instituciones y organizaciones de la sociedad civil sobre el sistema complejo indisociable que constituyen el medio ambiente y los recursos naturales, la tierra y el territorio, la alimentación y la nutrición, la agricultura familiar y la agroindustria, la preservación de la biodiversidad en los bosques y cuencas de agua dulce, entre otros, y la profusión de datos que ahora, como nunca antes, están disponibles en las investigaciones que se realizan de manera continua y actualizada, deberían ser insumo suficiente para que los candidatos entiendan ese sistema complejo que también incluye el tejido de relaciones de poder y de intereses creados, las necesidades urgentes y una visión de futuro.        

Esa comprensión parece ausente del discurso electoral y de los programas de los candidatos. En lugar de propuestas sobre políticas de desarrollo con dimensión humana lo que tenemos son sobre todo slogans capciosos que se lanzan en la plaza pública para atraer votos irreflexivos. Peor aún, tenemos más propuestas de extractivismo como solución mágica para obtener recursos fáciles, hipotecando el futuro, como siempre se ha hecho en Bolivia: despojar a la tierra de sus minerales e hidrocarburos, dejando detrás una infinidad de deshechos químicos que envenenan el agua y los alimentos que consumen las comunidades rurales y urbanas, es decir, todos nosotros. El pescado de los ríos y lagos contaminados con el mercurio que bota la minería ilegal no sólo afecta la salud de los pueblos indígenas de las zonas aledañas, sino a cualquier consumidor.       

La mentalidad extractivista sigue primando en Bolivia. No aprendemos de las lecciones del pasado: la plata, el estaño, el petróleo y el gas se acaban. La industria del litio no va a despegar porque dentro de cinco años las baterías de sodio y los motores impulsados con hidrógeno habrán reemplazado a las actuales baterías de litio que usan los vehículos eléctricos. Ya están hablando de explotar las “tierras raras”, 17 minerales escasos en el planeta, usados en la fabricación de componentes electrónicos, en catalizadores y en aplicaciones militares. Sería una desgracia seguir con la obsesión extractivista.

El extractivismo está en el “chip” de nuestros políticos debido a su mirada de corto plazo y a su incapacidad de proyectar el país hacia el futuro. Vuelvo a mencionar algo que decía mi padre: “Aún en la agricultura hay una mentalidad minera”. Se refería al extractivismo agroindustrial que despoja a la tierra de sus nutrientes. Una cosa es producir azúcar, soya o carne vacuna para el consumo interno, y otra muy diferente es depredar en gran escala cientos de miles de hectáreas desmontadas a fuego y maquinaria para la producción extensiva de soya, palma africana, azúcar o carne vacuna para la exportación. Los millones de hectáreas de bosques y pastizales que se han quemado desde 2017, con el MAS en el gobierno, para ampliar la frontera agrícola y especular con el valor de la tierra, significan un endeudamiento obsceno que pagarán varias generaciones en el futuro.      

Los candidatos no parecen ser conscientes de la complejidad del desafío ambiental y alimentario. Su incapacidad de articular un discurso que pondere los múltiples factores en la ecuación del desarrollo salta a la vista. En el mejor de los casos, estos políticos profesionales o improvisados miran de manera aislada los problemas: prometen “regular la minería del oro”, “prohibir los incendios”, o “cuidar la naturaleza” sin una visión de conjunto, que es imprescindible cuando realmente se piensa en la colectividad, en todos los ciudadanos bolivianos.      

Ningún candidato muestra una sensibilidad clara sobre los derechos de los consumidores, parece un tema marciano para la mayoría. Este es uno de los pocos países de la región que todavía no cuenta con un sistema de señalización para guiar a los consumidores sobre los alimentos ultraprocesados. Desde México hasta Argentina, casi todos nuestros vecinos latinoamericanos han optado por “semáforos” (Ecuador) que indican el grado de peligrosidad de los alimentos, o el sistema de hexágonos de etiquetado frontal, (en fondo negro y letras blancas) donde se indica si el producto tiene “Exceso en grasas saturadas”, “Exceso en azúcares”, “Exceso en calorías”, “Exceso en sodio”, entre otros. Es un primer paso importante para darnos cuenta de los mínimos cuidados que debemos tomar para consumir alimentos que no dañan la salud. El siguiente paso es una mayor transparencia en los ingredientes (que apenas se leen en la letra pequeña de las etiquetas de los productos). 

Bolivia tiene tierra suficiente para alimentarse a sí misma con productos de buena calidad y precio, pero hemos padecido la ausencia de políticas de promoción de la agricultura ecológica para una alimentación sana y sostenible que garantice nuestra seguridad alimentaria y también nuestra soberanía. El resultado es que exportamos soya, carne o azúcar, pero importamos papa, trigo, cebolla, frutos frescos y arroz, entre otros. Nuestras exportaciones de quinua hacia el millonario mercado internacional de “comida saludable” hace que los pequeños productores hayan dejado de consumir ellos mismos su quinua, remplazándola por fideo de mala calidad. No es una paradoja menor.     

El uso no regulado de semillas transgénicas y de agrotóxicos ya no es un problema causado solamente por las grandes empresas agroindustriales, a las que les importa un rábano el cuidado del medio ambiente o la preservación del agua dulce cada vez más escasa, sino que ha llegado también a la agricultura familiar, frente a la ausencia de políticas y a su poca capacidad para competir en el mercado inundado de productos de contrabando. ¿Veremos en las propuestas de los candidatos una oferta de regulación del uso de agrotóxicos o de semillas genéticamente modificadas? Por el contrario, me temo que la presión de las grandes agroindustrias (que, hay que decirlo, se beneficiaron mucho durante los 20 años del MAS), ya se empieza a sentir cuando exigen a los candidatos promesas para su sector. Nada bueno para el país puede salir de esos compromisos electorales.        

“Si el altiplano estuviera mil metros más abajo, sería un vergel”, solía decir mi padre. Él pudo, hace más de siete décadas, hacer realidad grandes proyectos de desarrollo, con la seguridad alimentaria en mente, pero en 2025 ¿cuáles son las propuestas de gobierno sobre seguridad alimentaria que presentan las diez alianzas y candidatos a las elecciones generales del próximo 17 de agosto? ¿Serán tan deslucidas y limitadas como los discursos electorales? Ese análisis lo dejo para un próximo artículo. 

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Realmente ningún ser humano indiferente ante la comida es digno de confianza.
—Manuel Vázquez Montalbán 
 

22 junio 2025

El mal mayor

(Publicado en Brújula Digital y ANF el sábado 14 de junio de 2025) 

Un Estado que no controla toda la extensión de su territorio, es un Estado no solamente débil y fallido, sino también cómplice de poderes paralelos ilegales que controlan territorios donde las fuerzas de orden público no tienen siquiera pisada. 

Sucedió eso durante muchos años en Colombia, cuando la alianza entre la guerrilla de las FARC y el narcotráficocontrolaba una parte sustancial del territorio por donde se establecieron los corredores de trasiego de la droga. Todo esto estuvo cubierto de un discurso político de impostura: las FARC seguían hablando del “pueblo” mientras protegían al narcotráfico y se beneficiaban económicamente para comprar armas, vehículos, medios de información, parlamentarios, policías, etc. 

Lo mismo sucede en el Chapare bajo la conducción del cacique Evo Morales, que protege a narcotraficantes bolivianos, brasileños, mexicanos o colombianos en una zona inexpugnable. Morales está pertrechado detrás de barricadas de gente que sabe que el negocio de la droga puede acabarse si penetra el ejército. Recordemos que Morales es autor intelectual directo de la tortura y el asesinato del teniente de Policía David Andrade (26 años), de su esposa Graciela Alfaro (19 años), y de los sargentos Silvano Arroyo y Gabriel Chambi asesinados después de haber sido secuestrados por cocaleros comandados por Evo Morales y su pareja Margarita Terán. Toda la familia Terán ha estado involucrada en narcotráfico.       

A nadie en Bolivia le queda la menor duda (hay datos oficiales de Naciones Unidas) de que el Chapare es la zona de mayor producción y tráfico de cocaína en Bolivia. Ahí ha construido su imperio Evo Morales, que cuenta con la red de emisoras Kawsachun Coca (financiada por el Estado, es decir por todos nosotros), un aeropuerto de nivel internacional (también financiado por el Estado), y otras instalaciones que garantizan la autonomía de esa zona frente a los intentos de intervención del gobierno, que sin embargo ha logrado asestar algunos golpes en años recientes: varios centenares de fábricas de cocaína destruidas, decomiso de toneladas de droga y precursores, incautación y destrucción de pistas clandestinas, etc. Apenas se ha rasmillado un poco.      

Ni un solo “pez gordo” del narcotráfico ha sido apresado en el Chapare, apenas unos cuantos empleados de bajo rango, y algún traficante pequeño o piloto de avioneta colombiano, brasileño o paraguayo. Es como si existiera un “pacto de no agresión” entre el gobierno de Arce y Evo Morales. Y las consecuencias de no haber actuado a tiempo las estamos viviendo ahora, porque con el dinero del narcotráfico y con la impunidad territorial, Morales está golpeando en varios lugares del país al mismo tiempo y el gobierno de Arce solo acierta a poner en evidencia su carácter pusilánime.      

La descomposición social que ha vivido Bolivia en la segunda semana de junio está directamente relacionada al intento desesperado del cacique del Chapare de mantener su impunidad en su zona de seguridad, con el argumento de que su candidatura presidencial ha sido vetada. 

Llallagua es el ejemplo más cercano y emblemático en estas semanas: cuatro oficiales de policía asesinados (tres con disparos y uno masacrado a golpes), dos muertos en la población civil, numerosos heridos, asaltos a comercios, casas e instituciones del Estado. La población de esa ciudad está amenazada y aterrorizada por campesinos violentos con armas de fuego, que siguen consignas de Evo Morales. Cuando llegó finalmente el ejército el jueves, la gente aplaudía. Pero no es sólo esa ciudad minera. En todo el país, pero sobre todo en zonas que controla Evo Morales, hay bloqueos de carreteras y grupos peligrosamente armados, que pretenden impedir que arribemos en paz social al día de las elecciones generales.      

Todos los bolivianos saben que Evo Morales está legalmente inhabilitado, y no por una sola razón, sino por varias. Para empezar, no tiene sigla partidaria porque Pan-Bol (la que compró) obtuvo menos del 3% de la votación en las anteriores elecciones generales. Segundo, porque el tribunal constitucional falló claramente en contra de una nueva reelección de este sujeto. Tercero, porque Morales tiene sentencia y mandamiento de apremio por pederasta. 

A lo anterior deberían sumarse, de una vez, procesos por uso indebido de bienes del Estado, cooperación con el narcotráfico, malversación de fondos cuando era presidente, asesinato de los esposos Andrade, encubrimiento de corrupción (Fondo Indígena y otros), y más de un centenar de causas absolutamente probables y probadas, que son las mismas por las que se aferra al último resquicio de poder que tiene. Al igual que Cristina Fernández de Kirchner, que quería ser nuevamente candidata a la presidencia de Argentina para liberarse de las sentencias por enriquecimiento ilícito, Evo Morales quiere forzar su candidatura para conseguir unos años más de impunidad. No tiene otra motivación.         

Con la cara de cemento de siempre, Evo Morales dice en su radio Kawsachun Coca que él no está alentando la violencia que ya ha causado muertes, destrozos y daños económicos. Niega que sea su voz la que se escucha en la grabación de WhatsApp que fue difundida por uno de sus propios acólitos, el dirigente Rudy Capquique, donde instruye bloquear rutas para la “batalla final”. Varias instituciones verificadoras han comprobado que no se trata de una fabricación con inteligencia artificial, como afirman sus vasallos, sino de la voz de Evo Morales. Lo mismo sucedió en 2019, cuando se reveló el audio y video donde instruyó “cercar las ciudades” después de haber digitado el fraude original: Morales se negó cobardemente, pero tres diferentes peritajes, el último de ellos en la fiscalía de Colombia, probaron la autenticidad de su voz. Traje personalmente ese peritaje desde Bogotá para entregarlo a la canciller Karen Longaric. Lamentablemente el ex fiscal general, Juan Lanchipa, escondió los peritajes que le fueron entregados. ¿Dónde está Lanchipa ahora y cuándo pagará sus culpas?        

Morales tiene costumbre de dar instrucciones por teléfono, y las dos que he mencionado arriba no son sino una pequeña muestra de su discurso de odio. Hay centenares de grabaciones que no han sido todavía reveladas, pero ya saldrán a la luz cuando las últimas ratas abandonen el barco del evismo. 

Mientras el cacique cobarde no sea apresado y encarcelado en cumplimiento de la sentencia y del mandamiento de apremio que pesa sobre él, el país seguirá convulsionado, con un costo muy alto de víctimas y daño económico. Y peor aún, el riesgo de sabotear las elecciones. 

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The sad truth of the matter is that most evil is done 
by people who never made up their minds 
to be or do either evil or good.
—Hannah Arendt 
 
 

18 junio 2025

El sainete de las 24 horas

(Publicado en ANF, Brújula Digital e Inmediaciones el sábado 7 de junio de 2025)

“Andrónico le da 24 horas a Evo para que pruebe que es candidato de la derecha y que renunciará si lo hace”, “Evistas dan 24 horas a Andrónico para ir al trópico y dicen que le mostrarán pruebas de sus acusaciones”, “Mineros dan 24 horas a Huarachi para que convoque a ampliado llame a congreso de la COB”, “Morales da 24 horas a Arce para que cambie ministros si quiere mantenerse como presidente”, “Ponchos Rojos amenazan con marchas y bloqueos si el Gobierno no da soluciones a la crisis en 48 horas”, “Alcaldes de 87 municipios de La Paz dan 24 horas para que el Legislativo apruebe el PGE reformulado”, “Cívicos dan 48 horas para cese de bloqueos, de lo contrario se viene asamblea de la cochabambinidad”, “Sectores dan 24 horas de plazo para levantar el bloqueo de K’ara K’ara”, “Marcha por las Reivindicaciones Sociales de El Alto da plazo de 48 horas para que Presidente los atienda”, “Diputado evista da 48 horas a Claure para retractarse por ofrecer recompensa por la captura de Evo”, “Evismo da 24 horas para cambiar a ministros y resolver el problema del combustible”, “Jueces de Chuquisaca dan 24 horas para que se vaya Molina y se anule convocatoria para transitorios”, “Productores del Norte Integrado dan 24 horas para desbloquear carreteras, garantizar diésel y revocar el veto a las exportaciones”, “Organizaciones de La Paz dan 48 horas al TSE para revertir nueva cartografía de la Circunscripción 7”, “Suspenden audiencia de Evo Morales por trata y le dan 48 horas para demostrar enfermedad”, “Transporte pesado da 24 horas al gobierno para solucionar falta de diésel”, “Transportistas dan 48 horas a la Gobernación para aprobar la nivelación de pasajes”….     

Boca grande pene chico. Amenazas sin respaldo, patadas sin fuerza, manotazos de ahogado. Vemos esos titulares casi todos los días y ya sabemos que pasadas las 24 o las 48 horas no pasa absolutamente nada de nada, nihil, niente, niet, mana, janiwa. Las amenazas se hacen con el peso de la lengua, sin más respaldo que el tono vociferante en el que se suelen proclamar los pliegos petitorios que salen de alguna asamblea con treinta sellos, firmas y huellas dactilares. Y no pasa nada, nada. Es un sainete en el que todos los actores parecen haberse puesto de acuerdo en el momento en que harán una maroma para provocar la risa de los espectadores.       

¿Hay alguna diferencia entre otorgar 24 o 48 horas de plazo? En apariencia, 48 horas es un plazo más generoso, mientras que 24 horas es ipso facto (o “luego luego”, como dicen en México), es decir, inmediatamente. Rara vez dicen “72 horas”, a menos que sea un lunes, porque sea cual fuere la amenaza, difícilmente van a cumplirla en un sábado o un domingo. Los fines de semana, todos descansan de su ejercicio de belicosidad permanente.       

“Caso contrario, las instalaciones del Legislativo serán cercadas”, “ya tienen un plan de acciones a desarrollar, en caso de no recibir respuesta”, “iniciarán acciones legales si no lo hace”, “bloqueos de caminos en la siguiente semana”, “de lo contrario, los transportistas bloquearán las rutas en todos los departamentos”, “las organizaciones asumirán medidas”.…

Cada ultimátum lanzado con el estruendo de un cañonazo de mistura suele conllevar acciones de represalia, porque de otra manera no tendría sentido fijar un plazo. De no cumplirse el plazo perentorio se puede iniciar una demanda judicial, comenzar un bloqueo de carreteras, una huelga de hambre, alguien será expulsado de alguna organización, a un alcalde lo vestirán de mujer y a otro lo agarrarán a chicotazos con quimsacharani.         

Todo eso es parte de la farándula verborreica que en la realidad tiene menos duración que el tiempo que se tarda en pronunciar las intimidaciones. Pasan las horas (y los días) y ya nadie se acuerda, ni siquiera los que escupieron las terribles amenazas con sus rostros enrojecidos por la furia, fruncidos de ira. 

Cada uno de esos plazos fue dictado con la severidad de quien controla la palanca de la silla eléctrica o de la guillotina. Los potenciales cancerberos consiguieron un titular que ahora ya no cuesta ni la tinta y el papel que costaba antes, porque es digital. El eco digital se pierde en el espacio infinito de internet dejando menos huella que una lluvia en invierno. 

La descomposición que vivimos en Bolivia nos proporciona cada día novedades risibles (pero al mismo tiempo dramáticas para el país). Nuestra política es como la caja de Pandora, cualquier cosa puede salir de ahí en cualquier momento. Ya nada nos sorprende. 

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Les conquêtes sont aisées à faire, parce qu’on les fait avec toutes ses forces ; 
elles sont difficiles à conserver, parce qu’on ne les défend qu’avec une partie de ses forces.
—Montesquieu
 

14 junio 2025

Diego Morales, sin concesiones

(Publicado en ANF y Brújula Digital el miércoles 4 de junio de 2025) 

La pintura de Diego Morales no es decorativa. No es esa pintura que adorna los pasillos de los hoteles internacionales, que parece uniformada porque combina con el color de las paredes y los muebles, sin molestar a nadie. Cada vez más las galerías de arte se llenan de pintura “amable”, que sirve como objeto visual inofensivo, donde están ausentes dos fuerzas indispensables del arte: la propuesta innovadora y el compromiso del artista, tanto con la sociedad como con el arte.       

Tampoco es una pintura al servicio del poder, todo lo contrario. Los artistas que se acomodan con los gobiernos de turno tienen un tufillo de oportunismo que ha separado a Diego Morales incluso de algunos amigos suyos que apostaron por el autoritarismo de los últimos veinte años. Ni murales colorinches para adornar palacios, ni obras alegóricas a la Pachamama para estar de moda con el discurso oficial. El sentido ético de Diego Morales y su vivencia personal, lo mantienen al otro lado de la orilla del poder.

Su arte nace de las entrañas de su cuerpo, ese cuerpo que sufrió las consecuencias de la represión de las dictaduras. En enero de 1980, en el breve periodo democrático entre dos golpes militares, su exposición en el Salón Municipal Cecilio Guzmán de Rojas, con obras inspiradas en la llamada “masacre de Todos Santos” en noviembre de 1979, fue secuestrada por militares que se la llevaron en un camión “Caimán” al Estado Mayor del Ejército, donde seguramente siguen tratando de entender de qué se trata. Ese fue apenas el principio. Según un relato personal publicado en 2019, fue perseguido durante meses y apresado junto a su madre luego del golpe sangriento del general Luis García Meza y su cómplice el coronel Luis Arce Gómez. Detenido en el ministerio del Interior fue golpeado y torturado hasta que en un traslado logró evadirse, esconderse y asilarse en la embajada de Suiza que facilitó su partida a Europa, donde permaneció varios años.     

Se entiende así que el artista se exprese a través de una obra que evita la banalidad y que no intenta complacer a nadie. 

El arte de Diego tiene aquello que contribuye a avanzar en la expresión pictórica: el compromiso con el arte y con la historia. ¿Se puede acaso hacer arte al margen de la historia? Con frecuencia incluye además un ingrediente que ha sido fundamental en toda la historia del arte: la provocación. No me refiero a la provocación vacía de las instalaciones efímeras. No se trata de una banana pegada con masking tape en una pared blanca (vendida por 6 millones de dólares, ojo), ni un cúmulo de sal de Uyuni, ni la caja de fósforos de Fluxus o el famoso urinal de Duchamp (que tenía sentido hace cien años para “épater la burgeoisie”, pero no ahora). Pienso más bien en una provocación temática que hace reflexionar sobre el lugar de cada uno en el mundo, y no sólo en el espacio desperdiciado de una instalación que necesita un texto explicativo para guiar la inocencia (o malicia) del espectador-lector que observa.          

Con el título "Retazos de una vida" el Museo Nacional de Arte acoge del 21 de mayo hasta fines de junio, una breve retrospectiva de Diego Morales con obras en gran formato, conmemorando 56 años de trabajo. Es la primera muestra importante del artista desde su anterior exposición retrospectiva el año 2019 en el Salón Municipal. Diego no es de los que se precipita en mostrar y vender, esa no es su principal preocupación, sino crear una obra consistente, con fuerza expresiva, que invita a contemplarla detenidamente, con espíritu de descubrimiento. 

Las obras que reúne esta muestra no son nuevas, pero dibujan la continuidad del itinerario del artista en las diferentes etapas de su pintura. La que me marcó más es “El hombre enemigo del hombre” (como “homo homini lupus” del comediógrafo romano Plautus en el siglo III a.C., o como en “man is a wolf to other men” de Thomas Hobbes en 1651), un extenso mural sobre papel Kraft y soporte de cartón, de 28 metros de largo y menos de dos metros de altura (o ancho), cuyo recorrido visual debe hacerse obligadamente de derecha a izquierda, como en la escritura árabe. Es una obra impresionante, que data de 2004 pero nunca antes había sido expuesta en buenas condiciones de espacio e iluminación. Ahora sí, destaca en toda su riqueza ocupando tres muros de la sala, y permite recorrerla centímetro a centímetro, porque contiene tantos elementos y referencias visuales, que podría ser interpretada no solamente como una memoria personal del artista, sino como una historia de la pintura desde sus orígenes, desde la pintura rupestre hasta el vacío existencial, pasando por las más importantes manifestaciones creativas del arte africano, asiático, cubismo, dadaísmo, surrealismo, como se si tratara de una película donde han intervenido colectivamente con sus pinceles Braque, Miró, Bacon, Guayasamín, Siqueiros, Tamayo, Alandia Pantoja y quién sabe cuántos más que son indirectamente homenajeados. Hacia el final, luego de un grupo de personajes emblemáticos (un niño, un obispo, un militar, un zapatista…), el último metro es una suerte de vacío de incertidumbre: sobre un fondo oscuro se representa una fuga de líneas y sombras blancas.      

Entre las otras obras mejor conocidas de Diego, figuran en esta muestra dos en técnica mixta sobre papel y tela que destacan por su referencia a la realidad política y social: “Boquerón” (1993) y “No entiendo nada” (2010), ambos títulos tan misteriosos como “El hombre enemigo del hombre”. Ni siquiera el artista puede a veces explicar las motivaciones que lo llevan a nombrar las cosas de su universo creativo. En “Boquerón” distinguimos claramente referencias a la represión política en Bolivia a fines de 1979 y 1980, concretamente la masacre de Todos Santos durante el golpe del coronel Natusch Busch, y el asesinato de Marcelo Quiroga Santa Cruz. En la otra obra, una niña indígena con un pedazo de pan en la boca, mira fijamente al espectador en fundada en un ropaje que podría aludir sutilmente a los colores de la bandera boliviana, mientras a su alrededor todo parece amenazante, sus propias pesadillas y un entorno de seres oscuros y afilados dientes. Ambas obras están amarradas con cuerdas, roja en el primero y blanca en el segundo, como si los nudos fueran aquellos de la memoria que no deben deshacerse nunca.       

La técnica mixta de papel arrugado, tela, cuerdas, collage otorga a varios de estos cuadros un espesor significante: la historia no puede ser leída en una sola dimensión. Cada obra es un cúmulo de referencias y guiños, como en las grandes obras clásicas. Nada está librado al azar, la presencia de cada objeto corresponde a la parte armónica o contradictoria de un sintagma pictórico.  Ninguna lectura se funda en la inocencia.        

Nos hemos acostumbrado lamentablemente a ver exposiciones donde una obra no es más que una variación de la anterior o la siguiente, de manera que basta una mirada panorámica para abarcarla. Aquí no sucede lo mismo, porque cada cuadro exige una mirada distinta y una valoración crítica específica, aunque el conjunto tenga el sello de un estilo y sobre todo de una continuidad en el proceso de creación

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One eye sees, the other feels. 
—Paul Klee
 

10 junio 2025

Gobierno de sombras

(Publicado en Brújula Digital y ANF el sábado 31 de mayo 2024)

Entre las características perversas de los gobiernos del MAS, una de las más notorias es la falta de transparencia. Este gobierno (y los anteriores de Evo Morales) se mueve en las sombras, como las dictaduras militares. Todo lo que hace está  rodeado de misterio y engaño, no hay nada directo, claro, o transparente. Cada día tenemos pruebas de cómo se oculta la verdad a la población, cómo se miente descaradamente y cómo no se responde a acusaciones muy serias y fundamentadas.        

A fines de mayo, por ejemplo, se han conocido pruebas irrefutables del gigantesco negociado de ejecutivos de YPFB a través de la empresa fantasma Botrading (que tiene apenas tres empleados pero maneja cientos de milllones), creada en territorio paraguayo para estar fuera del alcance de la justicia boliviana (de todas maneras inexistente). Según el informe presentado por la comisión de diputados que investigó este caso de corrupción en el que estaría involucrado el hijo del presidente, Marcelo Arce Mosqueira, el daño económico al Estado superaría los 355 millones de US$ dólares. Pero el gobierno ni siquiera pestañea, y el presidente de YPFB sigue tan tranquilo en su puesto, sin responder a las acusaciones. 

Otro hijo del presidente Arcínico, Rafael Arce Mosqueira, compró en 2021 por 3,3 millones de US$ dólares la propiedad “Adán y Eva” en Santa Cruz, cuando tenía apenas 25 años de edad, según la investigación periodística realizada por Connectas, Plataforma Periodística para las Américas, donde participan  medios de información prestigiosos como La Nación (Argentina), La Prensa Gráfica (El Salvador), El Espectador (Colombia) y Aristegui Noticias (México). Luego de la compra y contrariando disposiciones legales sobre el uso de la tierra, procedió a liquidar los bosques para cultivos extensivos de maíz y soya, y obtuvo en un abrir y cerrar de ojos luz verde de la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT) para ampliar los desmontes a mil hectáreas. La investigación ha sido debidamente documentada con base en fuentes del propio Estado, pero hasta ahora ninguna autoridad ha abierto la boca. El presidente sigue sonriendo en las fotos, como si no tuviera nada que ver con este caso de corrupción que, una vez más, lo involucra directamente. Su cinismo no tiene límites.         

Meses atrás, un periodista boliviano reveló, con documentos en mano, que el gobierno había escondido la impresión de varias toneladas de nuevos billetes para ponerlos en circulación en un momento en que el país está en una espiral inflacionaria que ya no puede ocultar. A raíz de esas revelaciones los burócratas del Banco Central amenazaron con juicios al periodista que filtró lo que el gobierno ocultaba detrás de la burda explicación de que los billetes eran para remplazar a los que serán retirados de circulación progresivamente (como si no tuvieran en qué más gastar). ¿Con qué cara se pretende judicializar a analistas políticos y económicos, o a periodistas que revelan las barbaridades que hace el mal gobierno masista?         

En estos y en otros casos, el régimen del MAS miente una y otra vez, ya sea en las declaraciones de sus voceros o ministros (para quienes todo es “normal” en el país) o en películas de propaganda producidas por anónimos cineastas empleados del ministerio de Gobierno, algo impensable en países democráticos. Tan grotesco es el “documental” que presentaron el 10 de abril pasado, que tuvieron vergüenza de poner nombres en los créditos y se refugiaron en el anonimato. La sarta de mentiras difundidas en ese bodrio sería suficiente para enjuiciar al gobierno y pedir resarcimiento económico a las personas cuya reputación fue afectada. 

Hay muchos otros ejemplos de la corrupción y de falta de transparencia del régimen masista, el actual y los anteriores (que son la misma porquería corrupta). Podemos remontarnos a la adquisición de vacunas rusas Sputnik durante la pandemia, cuyo costo hasta ahora no conocemos porque todos los contratos de los gobiernos del MAS, especialmente con China y Rusia, tienen cláusulas que esconden las cifras del costo para los bolivianos. Esa falta de transparencia debería ser penada por ley, pero como no hay un sistema judicial probo, se salen con la suya y pretenden enjuiciar a quienes se dan modos para descubrir las mañas y mentiras de los “servidores” del Estado.           

Desde 2023 el gobierno se niega a dar a conocer el informe las reservas probadas de gas, que fue entregado por una empresa especializada a la que se le pagó una suma astronómica para hacer esa evaluación. Hasta ahora se mantiene en secreto ese informe, porque no le conviene políticamente al gobierno, pero es inútil esconderlo porque todos ya sabemos que no hay más gas para exportar y pronto no habrá ni para el consumo interno. 

El oro se ha esfumado del país al mismo tiempo que los dólares. El Banco Central de Bolivia (BCB) debería emitir cada semana un estado sobre las reservas internacionales pero lo hace apenas cada cuatro meses. En su página web de “estadísticas semanales” la última corresponde al 8 de febrero de 2023… Se burlan de los bolivianos, son descarados y no tienen ninguna excusa pero no les importa. Y qué decir de la información sobre el cambio del dólar, esa sí “actualizada” cada día… por debajo de 7 Bs por dólar, cuando en las casas de cambio y en la calle llegó a topar 19 Bs por dólar a mediados de mayo.           

El gobierno de sombras inventa lo que le da la gana y esconde lo que le conviene. Ha vuelto a la actualidad (con motivo del documental trucho sobre el “golpe” igualmente trucho) el teatro montado para hacer creer al mundo que hubo un amago de asonada militar el 26 de junio de 2024. El ministro de Gobierno desplegó hasta la saciedad falsedades sobre el supuesto golpe, pero cada vez que hacía una conferencia de prensa solamente confirmaba su incapacidad para ejercer el cargo de la seguridad nacional: según su propia admisión recién se enteró del golpe cuando las tanquetas estaban en la Plaza Murillo. En cualquier país racional lo hubieran echado del cargo a patadas, pero aquí lo nombran candidato a la presidencia (su ambición política es inversamente proporcional a su inteligencia).   

En el tema ambiental, todo es sombras. Las licencias a cooperativistas mineros en parques nacionales, la falta de fiscalización, el contubernio con avasalladores y depredadores…La falta de transparencia es total, y solamente nos enteramos gracias a las investigaciones de instituciones de la sociedad civil que se toman el trabajo de fiscalizar y transparentar situaciones que demuestran la hipocresía y corrupción del gobierno.          

El estudio Incendios forestales 2024: tras las huellas del fuego, realizado por la Fundación Tierra y presentado en la última semana de mayo, prueba con documentos incontestables que 12,6 millones de hectáreas de bosques y pastizales fueron calcinadas, de las cuales el 66 % de manera intencional, es decir, con la complicidad del gobierno “defensor de la Pachamama”. El bocón del vicepresidente, el pajpaku de la plaza Murillo, alias Choquehuanca, anda muy silencioso últimamente. Mientras tanto, el ministro de Medio Ambiente, Álvaro Ruiz, advierte que nuevamente se autorizarán los “chaqueos”. 

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Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, 
desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: 
el monólogo y el mausoleo.
—Octavio Paz 
 

05 junio 2025

El cuarto mosquetero

(Publicado en Brújula Digital y ANF el miércoles 28 de mayo de 2025) 

Una experiencia reciente en Colombia me hizo llegar a la conclusión de que la vida me ha regalado más satisfacciones fuera de Bolivia, que en mi propio país. Es una constatación, no una queja (además a quién le importa). Una constatación alentadora, puesto que el mundo es ancho y ajeno y he podido recorrerlo bastante y trabajar en desafíos que mi propio país no me hubiera permitido abordar, porque el rango de oportunidades es mucho más estrecho y está cruzado por intereses político o personales, y mezquindades de pueblo chico.            

Escribo lo anterior como exordio para hablar del trabajo formidable que realiza en Colombia el colectivo de comunicación popular El Cuarto Mosquetero, que adoptó ese nombre a partir de un texto mío del mismo nombre publicado en agosto de 2004 en la revista académica Investigación & Desarrollo, que edita la Universidad del Norte en Barranquilla. 

Por algún motivo que no logro entender a cabalidad, ese texto tuvo un mayor impacto que otros que he publicado sobre comunicación y cambio social. Se estudia en las universidades como texto de referencia e indujo a un grupo de jóvenes mujeres de Villavicencio, la capital del departamento del Meta, a crear en febrero de 2015 el “Colectivo de Comunicaciones Gumucio Dagron”, aunque luego optaron por conservar el nombre del texto y no del autor. Hicieron bien, lo que importa es el texto. Según me contaron cuando estuve con ellas en Villavicencio, a principios de mayo, no alcanzaban a pronunciar correctamente mi segundo apellido, lo cual no me extraña, me ha pasado muchas veces.         

Tuve la oportunidad, gracias a una invitación de la Universidad Javeriana de Bogotá para presentar mi libro El cuarto mosquetero (Plural, 2024), de viajar a Villavicencio y conocer de cerca el trabajo del colectivo de comunicación a los diez años de su creación. Aunque no pude visitar sus proyectos, quedé impresionado por la cantidad y calidad de las actividades realizadas en una década.         

El Cuarto Mosquetero tiene líneas de trabajo marcadas: paz, género, territorio, medio ambiente y cultura, y ha florecido hasta tener presencia en 28 de los 32 departamentos de Colombia, multiplicando sus procesos de comunicación popular al punto de que cuenta ahora con más de 200 voluntarios en diferentes municipios. Uno de sus proyectos importantes, con el que comenzaron su trabajo las fundadoras, es la capacitación de más de 920 “Reporteritos y reporteritas populares”, es decir, niñas y adolescentes que se convierten en comunicadores en sus comunidades. Otro proyecto significativo es la “Escuela itinerante de comunicación para la paz”, que ha llegado a más de 675 personas. Su papel fue muy importante durante el proceso de paz colombiano, difundiendo a nivel comunitario los ideales de la convivencia pacífica aún antes de la firma de los Acuerdos de Paz en 2016.       

Los principios que guían su trabajo están expresados en su misión: “Amplificar las voces de la pluriculturalidad, de quienes habitan en la periferia y ruralidad y en general de quienes tienen dificultad para acceder a medios de comunicación, desde el periodismo y la comunicación alternativa y popular”. Su visión hacia el 2030 es “tener presencia permanente en 5 de los 10 departamentos de la Amazorinoquía, que es la mitad del país y en donde más importancia tiene el trabajo de El Cuarto Mosquetero y su rol de amplificar las voces de la pluriculturalidad de quienes habitan en la periferia y ruralidad, para aportar a procesos de defensa de los derechos humanos y de transformación social”.       

Una parte importante del trabajo que realizan es audiovisual. Cuentan con una nutrida programación en radio, video y presencia permanente en las plataformas virtuales más importantes: Instagram, Facebook, Twitter (ahora X), YouTube, etc. aunque también publican impresos, por ejemplo, la serie de cuadernos de cuentos sobre temas ambientales escritos por las reporteritas y reporteritos, y la revista “Tinta violeta”, con breves textos sobre violencia de género, que es otro tema central en su actividad. Otras publicaciones se producen en los proyectos de formación que apoyan en diferentes municipios, como “Al día con Inedju” de la Institución Educativa La Julia del municipio de Uribe, o “El colectivo”, una producción de Medellín que ya llegó a su número 107, “periodismo para la utopía” producido por El Colectivo Comunicación Popular, otro grupo muy activo y comprometido.        

En su desarrollo ha sido fundamental su vinculación con organizaciones sociales departamentales y nacionales, en particular aquellas que lucha por los derechos humanos y el medio ambiente, como ACER Agua Viva, Red Prodepaz, Comisión de la Verdad, Fundación Gabo, entre muchas otras. 

La política editorial del colectivo es explícita: “Como organización que hace comunicación y periodismo alternativa y popular de manera independiente, tenemos unos principios éticos y editoriales que deben cumplirse a cabalidad en cada una de las áreas de trabajo de El Cuarto Mosquetero. Es deber de la dirección, el equipo editorial, pero en general de cada uno de las y los integrantes de nuestro equipo, velar por su cumplimiento, pero también de nuestras audiencias y las comunidades con las que trabajamos, ayudarnos a garantizar siempre que vayamos por el camino trazado”.        

En la práctica destaca su compromiso con un periodismo con enfoque de género que rechaza contenidos homofóbicos, que perpetúen estereotipos, o justifiquen el machismo o las violencias basadas en género: “No solo hacemos comunicación, periodismo e investigación, sino también pedagogía para aportar a la erradicación de violencias basadas en género en nuestro país”. 

La rigurosidad y el compromiso con comunidades y poblaciones históricamente vulneradas son ejes de trabajo de ese periodismo que piensa en el territorio, con un decidido enfoque de DDHH: “La comunicación y el periodismo no pueden ser indolentes ni justificar las violaciones de derechos humanos, los hechos de desigualdad e incluso el beneficio de unos pocos a costa de las comunidades o los bienes comunes”. 

A ocho años de su fundación, en 2023, El Cuarto Mosquetero condujo una sistematización con el apoyo de entidades financiadoras cuyo acompañamiento fue fundamental para el crecimiento de la experiencia. Una batería de 46 preguntas, divididas en cinco categorías, fueron planteadas a aliados, líderes sociales, participantes en procesos formativos y a las propias protagonistas, un total de 67 entrevistas en profundidad y 14 encuestas y grupos focales que contribuyeron a construir un informe de sistematización que ha permitido a la organización plantearse objetivos y actividades hasta el año 2030.      

A lo largo de esos primeros ocho años de actividad el colectivo ha recibido varios reconocimientos y becas que han permitido consolidar su trabajo. La Fundación Gabo, el Premio de Periodismo SUMA, varios festivales de cine, el ministerio de Cultura y la propia Presidencia de la República figuran en la lista de instituciones que han otorgado premios. En noviembre de 2024, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, su 49 versión, entregó su galardón en la categoría Multimedia a El Cuarto Mosquetero por la investigación “Crisis, desarraigo y hambre: en el Guayabero nadie compra coca”.      

Al cumplir su primera década en 2025, El Cuarto Mosquetero recibió la certificación del Journalism Trust Initiative (JTI), desarrollada por el Comité Europeo de Normalización (CEN) y promovida por Reporteros Sin Fronteras (RSF), consolidándose como “una fuente informativa confiable y alineada con los más altos estándares de ética y transparencia periodística”.       

“Transformando el territorio desde la comunicación popular” es una de las frases con la que se autodefine el trabajo del colectivo El Cuarto Mosquetero. Ello significa procesos que abarcan un conjunto de temas que están entrelazados a nivel comunitario, incluyendo el medio ambiente, la paz y la convivencia, el respeto por los derechos humanos y la dignidad de cada persona, la lucha de género, las diversidades, entre otros, a partir de la democratización de la palabra.             

Han pasado diez años desde que Lina Álvarez y Melissa Quiroga, dos estudiantes del último semestre de la carrera de Comunicación Social y Periodismo de la Corporación Universitaria del Meta (Unimeta), iniciaron procesos de comunicación participativa en las comunidades Villa Lorena y La Nohora en Villavicencio. Diez años de crecimiento continuo y expansión por el territorio de Colombia sin haber cedido en ningún momento en los principios que animan al colectivo. Esa consecuencia, por el contrario, ha permitido posicionarse y obtener apoyo de muchos organismos de cooperación, tanto de Colombia (por ejemplo, el Fondo Lunaria Mujer), como de otros países (la cooperación alemana) que confían en la pertinencia y en la seriedad de su trabajo.            

La huella que deja El Cuarto Mosquetero en centenares de adolescentes y adultos ahora involucrados en procesos de comunicación participativa y comunitaria, es un signo alentador para el próximo futuro de Colombia, y su ejemplo debería conocerse en otros países de la región. 

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La ética del periodismo es no olvidar nunca 

que estamos tratando con seres humanos y sus historias.

—Ryszard Kapuscinski